Irina y Misha se casaron hoy, y mañana él se va a la guerra

Irina y Misha se casaron hoy, y mañana él se va a la guerra
Misha e Irina posan hoy tras casarse en la ciudad de Malin/EFE/Esteban Biba

Irina y Misha llevan muchos años juntos y nunca hasta ahora se habían animado a casarse. Tienen un hijo de 7 años que se llama Yaroslav y que va vestido con una camisa tradicional ucraniana bordada, idónea para la ocasión: acaba de ir a una boda, la de sus padres, organizada con prisas porque su padre Misha se va mañana mismo a la guerra.


Irina no lleva en la mano un ramo de boda, sino una rosa blanca y otra roja envueltas en papel de celofán y un ramillete con cuatro margaritas. Su vestido es corto y de color ocre, con mariposas y flores, y en su cara no hay sonrisa, solo nervios y miedo, aunque quiera aparentar fortaleza.


Se acaban de casar y no va a haber celebración. Solo han acudido a la cita ellos, su hijo, y dos amigas de la pareja que han testificado ante el Ayuntamiento que es larga su historia de amor.


“Lo celebraremos cuando ganemos la guerra; primero la victoria y luego la boda”, asegura ella a Efe como diciéndose a sí misma que todo va a salir bien. Reconoce que le hubiera gustado casarse en otro tiempo. Nadie elige casarse en una guerra salvo que no le quede otra elección.


Misha va vestido como de andar por casa: se ha puesto un pantalón vaquero y una camiseta de manga corta en la que se lee “Buenas vibraciones”, pero en inglés.


Es la actitud que quiere llevar a la guerra. Está tranquilo y convencido de que es lo que tiene que hacer para que Rusia deje en paz las fronteras ucranianas, pero reconoce que no va voluntario.


Ha sido el Gobierno el que le ha llamado a filas y prefiere no profundizar en cómo se siente. “Estamos en una guerra. Ir es normal para mi”, zanja.


Le enviaron la notificación a casa y mañana mismo se incorpora al Ejército. Como todos los hombres de entre 18 y 65 años ucranianos que viven en Ucrania, Misha tiene que estar disponible para ir a la guerra, aunque no sea militar. Y le ha tocado.


La invitación llega a casa o al trabajo, pero hay quien también es reclutado en uno de los miles de puntos de control que hay en el país. En su caso le llegó la certificación al domicilio y ahora no sabe exactamente cuál va a ser su papel en el Ejército.


Sí tiene ganas de luchar por Ucrania. De hecho, su coche de bodas es su viejo Daewoo Lanos de color verde oscuro, que ha adornado con una bandera azul y amarilla, la de su país. Acaban de salir del Ayuntamiento de Malin, a unos 90 kilómetros de la frontera con Bielorrusia, un pueblo que hace apenas un mes estaba siendo bombardeado.


Al coche suben las testigos, su mujer y su hijo. Él conduce en dirección a casa. No va a ningún sitio más: tiene que prepararse para la guerra. “Lo celebraremos a lo grande, pero a la vuelta”, asegura el recién casado.

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