Miguel de la Cierva: “Este paraíso es mi dote de cortejo para atraer a los artistas”

Miguel de la Cierva: “Este paraíso es mi dote de cortejo para atraer a los artistas”
Miguel de la Cierva, sobre el escenario del Náutico, al que se suben cada año artistas de primer nivel | Mónica Ferreirós

Sube la marea y el vaivén de las olas se mezcla con el sonido de los acordes de la guitarra que sostiene Miguel de la Cierva en el estudio del Náutico de San Vicente do Mar, en O Grove, que presenta una imagen de postal: blanca arena que compite con el azul intenso del océano, salpicado del gris de unas rocas que parecen emerger para dirigirse hacia la playa y una dorna que se mece al ritmo que marca el músico. 
El director y propietario del Náutico es consciente de que se encuentra en un lugar privilegiado al que “me trajeron cuando era pequeño” cuando su familia, su abuelo era un arquitecto urbanista visionario, pretendía desarrollar el proyecto de “una urbanización ejemplar” que comenzó a finales de los sesenta del pasado siglo y que pretendía alejarse de los parámetros invasivos que se siguieron en la costa mediterránea. 
Sin embargo, “el proyecto fue ruinoso” y lo único que quedó en propiedad de la familia fue la iniciativa del club náutico y pese al lugar pintoresco en el que se encuentra “estuvo en la orfandad durante unos años” hasta que mis hermanas lo abrieron con unas amigas en los ochenta y ya en 1992 fue el propio Miguel de la Cierva quien cogió las riendas junto con dos de sus hermanos. 
En aquella época ya “flirteaba con la idea de dedicarme a la música” con una vocación firme, aunque “no reforzada por el talento”(ríe), así que se interesó por el mundo del sonido y poco a poco se fueron asentando las condiciones para “crear un espacio para la música y encuentros” con el foco de convertirlo paso a paso en la idea que a su juicio “los músicos y melómanos soñaran encontrar” 
Este objetivo le ha servido de guía para “la transformación de todo el espacio” y hoy en día admite que “ya está muy consolidado” al contar con tres escenarios, estudio de grabación y una residencia de artistas, “que viene a ser como una segunda planta del náutico, pero a tres kilómetros de aquí”. Y es allí donde los músicos “disfrutan de unas microvacaciones”, de tal modo que Miguel de la Cierva les ofrece estos dos paraísos como “dote de cortejo” para acabar de convencerlos... y lo hace. 
Los micrófonos del Náutico han expandido las voces de artistas de primer nivel a lo largo de los últimos años y esto lo convierte en “una bendita anomalía” en el mundo de la música. 
Y todo ello en un momento en el que “estamos viviendo un cambio de era” de modo que “se acaban los romanticismos”, con un sector ultracompetitivo e industrializado. 
Miguel de la Cierva recuerda un sector con una operativa muy rudimentaria, amateur, pero que ahora se está profesionalizando mucho, “cosa que es maravillosa para los que se dedican a esto…” y lo ve bien porque eso significa que “ahora vive mucha más gente de la música que hace unos años”. 
Una de las novedades que se han implantado en el Náutico son los conciertos con el cartel oculto para evitar colapsos y favorecer una estabilización de la afluencia, al mismo tiempo que “desestacionalizamos la actividad” porque de este modo “nos quedamos como un corazón latente todo el año”, al mismo tiempo que genera los ingresos suficientes que le permiten mantener “a mi núcleo duro conmigo sin sufrir lo que le pasa a la mayoría de los hosteleros cada temporada”. 
“Hay gente que no tiene vacaciones en verano y en invierno le ofrecemos una alternativa en la última cabaña de la última playa” porque se encuentran con “otra cara más poética”, pese a que también hay espacios para las sorpresas. De la Cierva lo expresa de manera gráfica: “Muchas veces llueve y al fondo ves una lucecita, te diriges a ella y te encuentras a unas veinte personas, con la chimenea encendida, música…”. 

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Miguel de la Cierva observa el entorno del Náutico de San Vicente, un lugar privilegiado los 365 días del año | Mónica Ferreirós


El local es pequeño, pero enorme a través del altavoz que suponen las redes sociales donde la presencia del Náutico de San Vicente do Mar es cada vez mayor a través de las fotografías y los vídeos que muestran la belleza del entorno con “más de 150.000 seguidores y más cuarenta millones de visualizaciones al año”. 
Sostener económicamente toda esta actividad “es la parte mala” para Miguel de la Cierva porque cuando acaba cada temporada “no sé si podré mantener el nivel y la sostenibilidad para la siguiente” y deja claro que la parte empresarial “no me gusta”, aunque la asume y lleva así 33 años. 


“Curro todo lo que puedo y me dedico con esfuerzo a cuidar los pormenores hasta un nivel casi de psicopata”, subraya Miguel
de la Cierva, a quien le motiva “la ilusión de la gente”


Miguel de la Cierva se considera “un mediador” porque contacta con los artistas para que toquen en el Náutico y con el paso del tiempo ha conseguido “embajadores de la talla de los hermanos Ferreiro”, que también han contribuido de forma decisiva a que estuviesen allí muchos artistas ya referentes en la casa, como Lorry Meyers, Love of Lesvian o el mismo Leiva o Natalia Lafourcade este mismo verano, lo que “constituye una verdadera anomalía, una bendita anomalía”, remarca.
Él se encarga de que “estén encantados de estar aquí” y su condición de músico, de técnico de sonido y amante de este lugar para “anticiparme a todos sus deseos y proporcionarles así una experiencia que quieran repetir” y al conseguirlo no duda en admitir, entre risas, que “no es que tenga una flor en el culo, tengo un jardín entero! (ríe)”, aunque matiza que “curro todo lo que puedo y me dedico con esfuerzo a cuidar los pormenores hasta un nivel casi de psicópata”. 
Pese a que los años van pasando y “ya no tengo tantas fuerzas”, Miguel de la Cierva conserva intacta “toda la ilusión por ver disfrutar a la gente” y eso le motiva a continuar en la misma línea para “aportar felicidad” a unas personas que pueden ver a su artista preferido de un modo distinto. 
El Náutico de San Vicente do Mar es un actor clave en el turismo cultural de Galicia y Miguel de la Cierva entiende que es precisa una inversión valiente en infraestructuras esenciales como son el abastecimiento y la depuración de aguas residuales adecuada a la afluencia presente y futura, disposición de aparcamientos como el que él mismo ha promovido junto al náutico estos años. Solo así se preservará el interés por este paraíso y se mantendrán los parámetros de comodidad entre locales y visitantes. 


“Hay veraneantes de agosto y turistas  de hace unos años que ante la llegada de muchos otros como ellos en este mes, se quejan de que son demasiados, pero ellos nunca se incluyen en la masa sobrante”


Además, ha notado de un tiempo a esta parte “un rechazo creciente al turismo” y se explica. “Los que tienen casa aquí tienen una percepción de propiedad sobre estas playas, mientras que para los de O Grove somos los invasores y consideran suyas estas playas.. Al mismo tiempo, en Pontevedra piensan que las playas de la provincia son los de los pontevedreses y en Madrid entienden que las playas de España son de todos los españoles.
Miguel de la Cierva pide empatía a las personas que tienen casa en lugares turísticos como San Vicente porque “hay gente que solo tiene unos días libres al año y también tiene derecho a elegir el lugar en el que quiere disfrutar de ellos, mientras que los propietarios pueden venir todo el año, con varios meses soleados y muy tranquilos”. 
Otra vez la música procedente de unos dedos ágiles que se deslizan por las cuerdas del instrumento acomodado en el regazo de Miguel. El mar acompaña con su rítmico ir y venir, la dorna baila, la arena blanca, las olas, una sonrisa… el Náutico. 

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Miguel de la Cierva, en su estudio del Náutico y con vistas a la playa, afina su guitarra con dedos ágiles | Mónica Ferreirós


 

Miguel de la Cierva: “Este paraíso es mi dote de cortejo para atraer a los artistas”

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