Reportaje | Concluye la excavación en O Areoso con el hallazgo de objetos, huesos y el conchero gallego más antiguo

Reportaje | Concluye la excavación en O Areoso con el hallazgo de objetos, huesos y el conchero gallego más antiguo

Tras ocho semanas de excavación, los arqueólogos han dado por concluida la campaña en el islote de O Areoso, promovida por la Consellería de Cultura y en la que participaron cinco arqueólogos y una restauradora de la empresa Tomos. 
El balance de la intervención deja más de un millar de pequeños fragmentos de cerámica descubiertas, algunas piezas de interés como una fíbula o broche y un cacharro cerámico entero; y se ha documentado uno de los concheros más antiguos de los que se tiene constancia en Galicia. 
Por fases, la intervención se dedicó en sus primeros pasos a la retirada de unos tres metros de duna, que ocultaban parte de la tumba megalítica del dolmen o Mámoa 4. Esta retirada de áridos se hizo en colaboración con un equipo de especialistas en paleoambiente de la Universidad de Santiago de Compostela (USC), que recogió datos que permitirán avanzar en la comprensión del origen de estas masas de arena, que en O Areoso pudo comenzar a formarse hace dos milenios. 
Las siguientes fases se centraron en la retirada paulatina de estratos, bajando en profundidad y en antigüedad a lo largo de las actuaciones. Así, hubo evidencias de ocupación más recientes hace unos de 2.000 años, dejando indicios en el entorno del dolmen, mucho más antiguo. Se cree que a estos moradores del inicio de nuestra Era pertenecen los fragmentos de cerámica descubiertos en las capas más próximas a la superficie, así como la fíbula hallada, de metal, un broche de la Edad de Hierro.
Varios niveles de ocupación
A más profundidad y antigüedad se dató una importante actividad en el entorno de la Mámoa. Estamos hablando de hace unos 4.000 años, varios siglos después del abandono del dolmen como lugar de enterramiento. Fue en esta época, a comienzos de la Edad del Bronce, cuando se cree que se originó el conchero, un depósito de conchas de moluscos, a modo de vertedero, en el que aparecen, sobre todo, mejillones, lapas, ostras y algunos huesos de animales. Aparecieron en este nivel de ocupación, además, varios cacharros en forma de campana, con decoración típica de la época. 
Los investigadores creen que ya en ese periodo se pudo remover y alterar el dolmen original y las gentes que consumieron todo aquel marisco habrían desplazado incluso alguna de las grandes losas que tapaban el acceso al interior. 
La cámara, de origen neolítico, está formada por ocho piedras de soporte, varias actualmente partidas. La cámara está rodeada por una coraza y en su interior aparecieron cientos de pequeños adornos planos de piedra, similares a las actuales lentejuelas. Uno de los últimos descubrimientos, que llenó de emoción al equipo, se hizo justo aquí, en el interior, bien conservado: Un cacharro o vaso de cerámica (en la imagen inferior de las dos que acompañan estas líneas), entero, boca arriba, tal cual fue depositado en el momento del enterramiento, junto a una esfera pétrea y una suerte de machetes de la época.
En la cámara aún se descubrieron restos muy deteriorados de lo que podrían ser huesos y que será necesario estudiar para confirmar si son o no humanos. También queda pendiente el vaciado e inspección del cacharro citado, que se hará en laboratorio para evitar su rotura accidental. 
El trabajo seguirá hasta diciembre con en análisis de toda la información registrada: Cerca de 1.000 fragmentos de cerámica, 200 objetos líticos, metal, carbón, huesos y áridos. En estas labores participarán expertos de universidades de Santiago, Vigo, León, Burdeos y CSIC. La excavación fue dirigida por Patricia Mañana, con María José Bóveda de ayudante de dirección. l

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