El último ‘follalateiro’ de O Salnés tiene ‘sona’ en América

El último ‘follalateiro’ de O Salnés tiene ‘sona’ en América
Reboredo con una de sus últimas creaciones, para un nieto | mónica ferreirós

El meisino Fernando Reboredo Vázquez es uno de los artesanos que participa en la Mostra de oficios, tradicións e xogos populares que se celebra entre hoy y mañana en Baión (Vilanova de Arousa). El oficio de hojalatero lo aprendió de su padre; bien recuerda cuando llegaba del instituto de Pontevedra donde estudiaba y nada más bajar del coche, “ya me metía en el taller, tenía que ayudar a mis padres sencillamente porque si producíamos teníamos dinero, y así yo también podía estudiar”.

Nunca llegó a ejercer profesionalmente; eligió convertirse en maestro industrial de electricidad –llegó a cursar un año de ingeniería–, montó una empresa y esto de dar vida a la chapa reapareció hace 12 años, poco antes de jubilarse, para la Mostra Labrega de su villa natal. De hecho, explica que “siempre fue un hobby porque me gustaba, lo viví desde pequeño”, pero que viviera o no de ello no quita el hecho de que aprendió y en su mente guarda la técnica de un oficio en extinción. Pocos “follalateiros” quedan en Galicia y en España, tan pocos que casi los conoce a todos. Él es el último de O Salnés.



Transformación en fontaneros


Él mismo vivió el declive de la profesión: “Hacían todos los utensilios, menaje, y hasta había hojalateros de juguetes, pero en el año 65 entró el plástico y fue curioso porque entonces todo el mundo empezaba a tener un baño en casa, así que mi padre y otros se reciclaron. Como sabían manejar el plomo y la soldadura, terminaron siendo fontaneros”.

A partir de aquella primera muestra, empezaron a llamarle para otras ferias y es un asiduo de la Reconquista de Vigo o la Arribada de Baiona, hasta le dieron un premio en Agolada por una perfecta lechera en miniatura. También puede presumir de haber sido elegido desde la mismísima Nueva York para una exposición sobre vestimentas antiguas de Galicia que se exhibirá en el museo de Pontevedra. Reboredo Vázquez explica que está impulsado por un millonario americano que ha recopilado en un libro fotografías tomadas por toda la comunidad y a él le encargaron dar vida a la lechera que una niña porta sobre la cabeza en una de sus imágenes. “Para mí fue una alegría y no tengo el nivel, pero me ha quedado idéntica”, dice triunfalista.

Su colección supera las 200 piezas y a sus 74 años no deja de crear y buscar piezas especiales, de hecho, para la quinta edición de la vilanovesa ha diseñado unos moldes para hacer empanadillas “y no tener que estar cerrando la masa con el tenedor”.

Sin embargo, si de algo se siente especialmente orgulloso estos días es de una bañera de chapa para su cuarto nieto, que está por nacer. Explica orgulloso que le ha quedado “muy bonita, aunque me dio mucho trabajo. Hasta tuve que pedirle ayuda a mi hija arquitecta porque no lograba encajar todas las piezas”. Y eso que hoy en día juega con cierta ventaja respecto a sus antecesores gracias a un programa informático, porque antes se hacían plantillas a mano para fabricar en serie, aunque el inicio de todo era tener conocimientos básicos de geometría. “Yo me pregunto como mi padre, que sabía leer, escribir y poco más, se podía defender para las hacer las piezas, aunque sus truquillos tenía”, explica con una sonrisa.

El oficio en la saga de los Reboredo se perderá con él porque a ninguno de sus cinco hijos les “tira” y cuenta que a sus nietos tampoco les llama aprenderlo. Lo comprende, él también escogió otro camino. Los tiempos cambian. 

El último ‘follalateiro’ de O Salnés tiene ‘sona’ en América

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