El “de quén ves sendo?” que en Galicia aún oímos con frecuencia a las personas mayores, destapa las raíces de nuestro árbol genealógico, nos permite tirar del hilo que teje nuestra identidad. En ámbitos profesionales, o cuando en líneas generales conocemos a alguien por primera vez, la pregunta suele ser ¿a qué te dedicas?
Uno de los apellidos más habituales en Alemania es Müller, en Eslovaquia Varga o en los países de habla inglesa Smith que hacen referencia a oficios como molinero, zapatero o un sufijo que define otras artes como blacksmith (herrero), silversmith (platero), locksmith (cerrajero). Zapatero, Verdugo, Mercader no son ajenos a este origen donde la dedicación de una persona era clave y terminaba formando parte de su identidad y siendo incluso un legado para su familia.
Quizás debido a ello, asociamos inconscientemente cada trabajo a unas cualidades, valores, entornos y construimos a partir de ahí una imagen, más específicamente un “cliché”. En alguna medida, vinculamos a la persona con su “quehacer” y no con su “ser”. Trayectoria personal y profesional se fusionan proporcionándonos una estructura de nuestro cotidiano, aportándonos vida social y, en definitiva, identidad. Parece que debemos estar haciendo cosas productivas todo el día, cuando descansar, meditar, “no hacer” es necesario. Se trata de ir más allá de nuestros talentos, conectar con nuestra misión, nuestro para qué. Somos mucho más de aquello a lo que nos dedicamos.
Según destaca Nuria Chinchilla en su libro Integrar la vida: “hay muchas personas cuya única misión en la vida es la profesional y de ahí sacan todo, el aprendizaje, la diversión, la contribución al mundo.”
Personas adictas al trabajo, que viven por y para él, colocando su carrera profesional en el centro de su existencia terminan, en múltiples ocasiones, con graves problemas de salud tanto física como emocional. Como escuché una vez -no recuerdo ahora dónde, ni a quién- hay que vender el talento, no el alma.
Hoy, más que nunca, se está produciendo una reevaluación de la compensación económica que supone trabajar, y una mayor consideración de cuestiones más vinculadas a nuestra libertad y valores personales: flexibilidad horaria, propósito del proyecto empresarial, clima laboral…
La vida es poliédrica. Son muchas las facetas que podemos contemplar y los roles que desempeñamos. Es importante conectar con nuestra vocación, es decir, aquello que hacemos bien y nos gusta sumando a todo ello el sentido, la huella que deseamos dejar. Cuando conectamos con nuestra misión y nos mantenemos fieles a ella, muchos de los obstáculos que pueden sobrevenirnos en el día a día, cobran otra dimensión, lo que nos permite reencuadrarlos. No somos nosotros, si no estamos siendo o viviendo una situación. Como le digo a mi alumnado, esa es la ventaja de nuestro idioma tenemos el verbo ser y el estar -no solo el to be, como en inglés-. Ser es identidad, esencia, permanencia; estar es circunstancia, momento, pasajero.
La pregunta que te lanzo (y me lanzo): ¿si el dinero no fuera importante/necesario (ponle el adjetivo que desees), a qué te gustaría dedicarte?