Ni un pelo

Alimentar el odio no sale gratis, y cuando se hace provocando un desorden social se convierte en peligroso. Vivimos estos días una ola continuada de rabia y violencia que, aunque parece haberse dado por ahora apenas en unas calles de Madrid, tiene todas las ganas de extenderse. Ni es una broma ni es sobreactuación. Está rondando el peligro.


La escalada verbal que hace tiempo que se promueve por parte de algunos poderes es realmente preocupante. No solo se trata de la política, que también, sino de la tendencia de algunas empresas de comunicación a quienes alimentan grupos empresariales y entornos sociales muy determinados para interpretar la realidad como una situación de vida o muerte, y donde cuestiones que en realidad son bastante abstractas parecen ser de una dignidad de repercusiones históricas. Escucho, incluso, a alguna gente a hablar de golpes de estado o de dictaduras, con la facilidad que solamente pueden hacerlo aquellos que jamás han olido de cerca lo que supone sufrir una.


Hay gente dispuesta a externalizar su odio, a utilizarlo contra todo y contra todos. Y no es una broma. Estamos ante partidos políticos llamando a la insurrección ciudadana y a saltarse la autoridad de las fuerzas del orden. Asistimos a la dificultad espeluznante que tienen algunos líderes, y pienso en quien se supone que representa al principal partido de la derecha de este país y que es un partido imprescindible que hasta hace poco era un partido de Estado, para condenar la violencia contra los que piensan distinto. Pomposos exdirigentes del país hacen llamamientos a la revuelta y, haciéndoles caso a estos salvapatrias de salón, quien sí acude a la llamada son los descabezados de siempre. ¿Quién le explica ahora a nuestros mayores que hay grupos de gente descontrolada cantando el Cara al Sol en el centro de Madrid amenazando a todo el que piense distinto y que partidos políticos supuestamente respetables ponen en duda la legitimidad de unas elecciones? ¿Cómo comprender que la organización juvenil de la derecha española se apresure a contar a los cuatro vientos que le representan los comandos de descamisados con banderas franquistas o carlistas? ¿A dónde pretendíais llegar los que aplaudisteis esto cuando creíais que todo era un juego y que venía bien azuzar un avispero como ése? 


No por suerte, sino por el gran trabajo de una inmensa mayoría de la sociedad durante años, este país es hoy una democracia consolidada que aguantará este reto. El tiempo, confío, bajará esta horrible realidad donde hay gente dispuesta a sacar las navajas a la calle.


Quizá algunos deberían pensar de nuevo lo que quieren, porque los descerebrados dispuestos a destruirlo todo solo necesitan media razón (parar más no les da), y no deberíamos permitir que se sobrepasasen ni un pelo.

Ni un pelo

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