Tras cinco semanas de agitación política y ausencia de los actos parlamentarios, Pedro Sánchez comparece por fin este miércoles en la Cámara Baja para someterse a la sesión de control parlamentario y también para hablar, a petición propia y de otros grupos parlamentarios, de las tres cuestiones que esencialmente animan hoy el panorama político: la política de seguridad europea y las inversiones en Defensa y la polémica energética tras el ‘apagón’ casi sin precedentes de la semana pasada. Y se supone que también de cómo afrontar los hoy imprevisibles aranceles que imponga la Administración republicana de los Estados Unidos.
Cuando redacto este comentario no he logrado reunir suficientes elementos para anticipar cuál será el contenido de la información que el presidente del Gobierno transmitirá a los diputados y, por tanto, a la opinión pública. La transparencia sigue siendo asignatura pendiente en la política española. Algunas fuentes creen saber que Sánchez “está forzado” a aportar algunos datos “definitivos y creíbles, sin especulaciones” sobre las causas del gran apagón. Y la oposición le exigirá sin duda la misma contundencia acerca del gasto militar y el hasta ahora frustrado ‘pacto anti aranceles’.
La de este miércoles no será una comparecencia más –y tampoco es que abunden– del jefe del Gobierno ante el Legislativo. Las explicaciones que, en teoría, debe dar Sánchez se inscriben en un marco sociopolítico y geoestratégico de suma gravedad, y la anormalidad de un corte del suministro eléctrico, insuficientemente justificado, durante desde siete hasta doce horas –dependiendo de la zona de España– no ha contribuido precisamente a calmar los ánimos preocupados en la opinión pública y la ciudadanía.
Que la comparecencia del jefe del Ejecutivo ante el Legislativo sea noticia es algo ya suficientemente indicativo: el Parlamento español funciona de manera escasa y su rodaje con el Ejecutivo, que gobierna por decretos sin siquiera cumplir la obligación constitucional de presentar los Presupuestos, es claramente insuficiente. En casos, como ahora, de coyuntura internacional especialmente complicada, el papel de los parlamentos europeos se ha visto reforzado y al final así será, casi forzosamente, en el caso de España. Tal vez por eso, entre otros motivos, la sesión de este miércoles se espera con redoblado interés y se confía en que tenga mayor contenido que en anteriores comparecencias del jefe del Gobierno u otros altos cargos. Algo tendrá que anunciar, revelar o decidir Pedro Sánchez para recuperar al menos una parte de la confianza ciudadana, perdida en el apagón y no solo.
Lo que dirá la oposición está, por el contrario, bastante claro: insistirán desde Feijoo y su portavoz parlamentario Miguel Tellado al último compareciente del grupo Popular en acosar al Gobierno, señalando que este globalmente no funciona, con preguntas sobre la gestión de la crisis energética, el debate sobre el cierre de las centrales nucleares, de dónde saldrá el dinero para el prometido incremento del gasto en Defensa o las medidas del ‘pacto anti aranceles americanos’ que no llegó a suscribirse entre el PSOE y el PP.
¿Será la comparecencia del presidente Sánchez una ocasión para intentar retomar con bien unas negociaciones entre los dos principales partidos y grupos parlamentarios del país? Nadie, hasta donde se me transmite, parece apostar demasiado por ello. Más bien, parece que la tónica será la de la pregunta que Alberto Núñez Feijoo dirigirá a su contrincante Pedro Sánchez: “¿Cree que España merece la agonia de su desgobierno?”.