Cierra el “Coco”, el kiosco de barrio que endulzó a varias generaciones

María José Abalo “Coco” se jubila y cierra las puertas de un negocio que marcó la infancia de más de una generación de vilagarcianos. Un negocio de esos que hacía barrio y en el que pocos se resistían a entrar con las estanterías llenas de gominolas
Cierra el “Coco”, el kiosco de barrio que endulzó a varias generaciones
María José Abalo “Coco” cerró ya un negocio que empezó en 1994 con una tienda de ropa infantil | GONZALO SALGADO

El kiosco Coco, ese que alimentó de dulces y chucherías a más de una generación de vilagarcianos, ha cerrado su ventana para siempre. El nombre –en un cartel multicolor que todavía puede verse en la fachada frente a la Praza da Peixería– no es por el ilustre personaje de Barrio Sésamo, sino porque es como todo el mundo conoce a María José Abalo. Ella es la sonrisa que –desde el año 1994– esperaba tanto detrás del mostrador como de la ventana abierta a la calle desde donde uno pedía lo que quería. Ahora ella se jubila. “Es el momento, toca otra vida y a ver si nos deja viajar y disfrutar”, relata. 


Este negocio de barrio, de los que tratan al cliente con cercanía, arrancó en el año 1994. “En aquel momento montamos una tienda de ropa infantil en este mismo local”, recuerda. Justo al lado, en aquellos años 90, funcionaba también una sala de juegos en la que trabajaba su marido. “Tenía que barrer las cáscaras de las pipas todos los días. Y fue ahí cuando decidimos apostar por las golosinas y productos similares”, relata la propia Coco. No pudo ser una ocurrencia mejor. Durante unos meses la ropa infantil convivía con las bolsas de pipas, con los chicles, con los refrescos y también con los periódicos y revistas colocados de forma diligente para aquellos que todavía gustan de la prensa en papel. “Cada vez son más mayores, eso sí, pero hay quien todavía lo prefiere”, reconoce.


Ubicado en una zona estratégica de la “movida” vilagarciana –cerca de O Castro– el Coco vendía hasta las cuatro o cinco de la mañana “donuts y similares, una barbaridad. Porque los chavales cuando estaban de fiesta había una hora que querían comer”. La llegada del McDonals lastró un poco ese hábito.
En aquellos primeros años no eran muchos los que tenían este modelo de negocio en la capital arousana. “Pues no éramos muchos. Sí estaba, por ejemplo, Ángel en el carrito de la Praza de Galicia”, explica Coco. Ella reconoce que “fueron muchas horas las que pasamos aquí, era otra mentalidad. Ahora tampoco queremos para los hijos esos trabajos que nosotros sí pasamos”. 


Apunta que en estos últimos días de cierre y liquidación muchos clientes les decía “que les daba pena. Y a mí también. Pero tiene que ser”. Se alegra de haber visto a “niños que se convirtieron en adultos y que ahora venían con sus hijos”. Un local con historia de esos que hacían barrio y también ciudad.

Cierra el “Coco”, el kiosco de barrio que endulzó a varias generaciones

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