Se llama Carmen Maribel, es de Guatemala y desde esta misma semana ha pasado a convertirse en monja de clausura de la congregación de las Agustinas, en Vilagarcía, en el convento de Santa Rita. En una época con una evidente crisis de fe y en la que incluso se están cerrando conventos por falta de nuevas incorporaciones a la familia eclesiástica, en Vilagarcía están de enhorabuena. Y es que desde hace décadas no tenían las Agustinas de Santa Rita una nueva hermana. Ahora, con Carmen Maribel, son siete en total. Para tan destacado momento la iglesia del convento (en honor a San Cristóbal) se vistió de gala. Lo hizo para el denominado acto de profesión de una novicia o, lo que es lo mismo, la ceremonia por la que pasa de novicia a monja. El ritual es muy vistoso y se celebra dentro de la Eucaristía. Al igual que ocurre con la profesión de los curas las monjas se tienden en el suelo para estar en contacto con la tierra. Un símbolo –dicen los miembros de la comunidad eclesiástica católica– de humildad. Lo destacado es que en el convento de Vilagarcía a ese ritual se le añade un apartado más como guiño y en referencia al “milagro de las rosas”. Así pues en el momento de la plegaria y del canto a los santos se le echaron encima a la nueva monja pétalos de flores mientras estaba postrada en el suelo. El “milagro de las rosas” es el primero que se le atribuyó a la santa de Casia poco después de fallecer y el ritual evidencia la devoción por su figura y su lealtad.

A la profesión de la joven monja guatemalteca acudió a oficiar los actos litúrgicos el arzobispo de Santiago, Julián Barrio, así como una amplia representación de sarcedotes y padres de toda la provincia. Y es que décadas sin una nueva incorporación supieron en Santa Rita a gloria y también a futuro.