Juguetes rotos (y III)

Amigos: “Sin desviarse de la norma, el progreso es y será imposible.” (Franz Zappa). “La vida, no ha sido la fiesta  que habíamos imaginado, pero ya que estamos aquí: ¡bailemos!” (F. Aramburu). Continuando, con la serie Juguetes Rotos, que hoy quiero terminar para todos vosotros, hablando con el corazón y  como si sentados en una mesa, unos buenos amigos se cuentan sus inquietudes y sus anhelos sin más límite que esa buena y evidente amistad, os entrego, mis ansias, mas personales, mis más profundas reflexiones, mis miedos e inquietudes. También, os confieso, que hay cosas que no puedo decir, ni nunca contaré, primero porque en ello comprometí mi palabra, y segundo porque hay terceras personas y yo mismo que aun ahora, después de varios años. Nos la jugamos, dicho esto, todo lo que aquí se vierta, todo, será la pura verdad, lo que calle, para mi también será verdad, la mía. En el último de la serie, terminaba diciendo, que a mí se me podía temer en esa época, mas no, por lo que sabía y decía, sino por lo que también sabía y me callaba. Estoy convencido, que eso era un seguro de vida y asi fue. En cuanto te metes en la vida pública, primero, debes saber, con o contra quien te estas jugando la partida. Segundo. Estar muy seguro de lo que quieres hacer, conseguir, y como hacerlo. Y tercero. Jugar a prestidigitador, ser más astuto que los demás, tener las antenas en guardia permanente noche y día, reaccionar con rapidez ante cualquier cambio de programa, y salir con una sonrisa, nunca dar la impresión de temor, de ansiedad o de quiebra de la voluntad. De aquella recuerdo que una periodista del Mundo me hizo una larga entrevista, la cual está en las hemerotecas, caculo, que después de tres horas de hablar, de responder, de pausas, y puntos seguidos. Al terminar, la misma, yo tan solo le hice una pregunta a la que me entrevistaba. Una sola, después del largo interrogatorio, cuasi un tercer grado. Mi pregunta fue de lo más sencilla, ¿Qué opinas de todo esto que te llevas de mí? Su contestación fue firme sin dudarlo, confirmándome lo que yo ya comprobara que era una gran profesional. Su respuesta fue Coherencia, eres consecuente con lo que dices y haces, y no hay manera de doblegarte, he rebuscado, le he dado vueltas, te he tendido trampas, a ver si caías, y ni una sola vez, te he doblegado, que no cree en lo que hace al cien por cien, una vez u otra comete errores, sin darse cuenta, sin pensarlo, y tú tienes un don, que hace ser una roca que no se destruye, y siempre esta ahí, intocable, sí amigo, tu Coherencia, es la primera vez que confieso encontrar una persona así. Conseguirás lo que te propongas, estoy segura. Así mismo me lo dijo. Sí queridos amigos, si crees firmemente en lo que haces sea lo que sea, nadie te hará variar ni un milímetro, tu posición natural, la verdad en la que crees. En todo ello, hay variantes como es natural, saber decir lo que debes, y saber callar lo que no debes decir, pero ello, también es coherencia, porque de alguna manera es parte de tu supervivencia social y física y la de los tuyos, anécdotas todas, para varios libros, sinsabores muchos más, desvelos a miles, peligrosidad, en código rojo permanente, desde los principios de este Diario los que estuvieron en aquellos duros tiempos para todos, para ellos también, lo saben de memoria, ¿verdad mi querido Antón Xil?, primer director del mismo. Y otros que como él, en este querido Diario lo sufrieron, cuantas palabras de ánimo por vuestra parte, que bien me hacían sentir, momentos duros en donde aparecían los amigos sin llamarlos. Mis mayores alegrías que eran pocas, eran estas, otras? ver como algunos jóvenes, que yo llevaba, se rehabilitaban, y otra, ver  a los traficantes ya esposados. Y entre rejas, los que poco antes  un servidor y otros como yo les servíamos de mofa, por no ceder a sus chantajes para cerrarnos las bocas como hicieron con tantos. No tengo nada especial que me hiciera mejor que otros para soportar de todo y cuando digo de todo, utilizo la palabra en toda su extensión, de todo. Tan sólo, que vi que era necesario, en ese momento, y creí firmemente en lo que hacía y eso sí, me convertí en una roca. Hablaba y hablaba, y al mismo tiempo con la boca pequeña callaba, eso sí, terminé desquiciado, demasiada presión, demasiados años hirviendo, sin una válvula de escape. Fue una manera de vivir que yo mismo elegí. Aunque siga siendo el mismo. Gracias amigos. Saúde e Terra.
 

Juguetes rotos (y III)

Te puede interesar