La hora cero

migos: “La vida no se ha hecho para comprenderla; sino para vivirla” (George Santayana). “Hasta que no hayas sido olvidado del todo, no habrás terminado con la tierra. ¡Morir no basta!” (Henri  Mondar). “La vida es solo instantes. ¡Unos instantes…!”  (Benjamin Jarnes). 
La vida es solo instantes, cada instante puede ser un segundo o 10 años, 20, o 40, según cada cual la utilice, y ahí está la pregunta y la respuesta crucial, para qué utilizaste tu vida? Un servidor vivió a un ictus inesperado y repentino y perdí, las facultades físicas, parálisis total del lado izquierdo del cuerpo, quedando en un sopor de varias horas. Después, poco a poco, ganando etapas, lo que sentí, fue algo extraordinario, era un alma sin cuerpo, que flotaba, no vi ninguna luz, ni túneles, tan solo flotaba y me dirigía como un cohete sin mandos, no tenia dolor, ni preocupaciones de ningún tipo, y la felicidad era insultante, no existen palabras en el vocabulario actual para  definirla de modo fehaciente.
Yo estaba iniciando un viaje sin retorno, no se puede explicar, las debilidades humanas ya no eran cuestión de mi ser, estaba tan por encima que claramente no las tenía, era libre de esa pesadez. Desde luego, una cosa es cierta, que nunca como esa ocasión, tuve una conversación conmigo mismo y mi conciencia tan descarnada y a la vez tan dulce, descubriéndome a mí mismo y mi ser tal cual soy, sin tapujos ni mezquindades. Así fui viajando feliz hasta el lugar de destino, no sé como llegué, tan solo que estaba allí de pie extrañado, mirando todo, era un lugar idílico, un campo cuajado de árboles nunca vistos y aquel olor que jamás había olido, te serenaba te daba paz interior, en medio de aquella escena de cuento, estaba mi familia saludándome con cara feliz todos y sonriendo y agitando las manos como dándome la bienvenida a aquel paraíso. Escuchaba hablar en murmullos a los demás cuando empecé a correr hacia mi madre como un niño, ella me frenó, yo me paré, y volvió para atrás, y me saludó con la mano, sonriendo de nuevo, lo siguiente que recuerdo, es el móvil sonando, que me sacudió ese sopor, era mi pareja, me llamaba desde el hospital.
Estaba vivo, pero ya era otro, había cambiado mucho interiormente, eso lo noté, pero las debilidades humanas seguían floreciendo en mí, las preocupaciones, los dolores, la felicidad la tenía, pero era terrenal, palpable, no aquella, que había sentido minutos antes. Fue una realidad, fue un sueño?, estaba ya en el camino hacia el otro lado y no me dejaron seguir?, tengo muchas preguntas sin contestar, la verdad, que yo quería seguir en ese estado, no quería volver, el estado en el que estaba era tan placentero.
Yo estoy seguro que fue real,  y la casualidad  o algo o alguien me dio otra oportunidad para contarlo, el médico calificó mi estado de grave, y a los cuatro días ya estaba en casa con alguna secuela mínima y haciendo vida normal. No creo en la suerte, ni puedo creer en los milagros, pero sinceramente, si no lo fue, se le parece mucho.
Amigos existe la muerte de la carcasa, pero siempre vive el alma eternamente y esa se forja durante los años de la vida, la vida forja lo malos o buenos valores del alma, y esos se refuerzan para bien o para mal hasta la hora cero, a partir de ahí ya esta todo el pescado vendido, y luego nos queda toda la eternidad purgando todo el mal que hicimos en esos pocos años terrenales, vale la pena ese cambio?
Seguro que no y lo sé bien, hay dos posibilidades, una o cambiamos, y dos o cambiamos, no hay más.  os podría hablar durante horas pero tiempo habrá no creéis?, todo lo aquí revelado, es la pura verdad personal, hay testigos, no es cuento ni relato, es una experiencia que me reafirmo y me hizo mejor. Un saludo a todos. Saúde e Terra.
 

La hora cero

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