¿DEBE DECIR ALGO LA CASA DEL REY?

La semana pasada Diego Torres, socio y mano derecha de Urdangarin en el Instituto Nóos y compañero suyo en el banquillo, dijo que ellos informaban a los asesores de la Casa del Rey de todas sus actividades, lo que les daba, según afirmó, “una tranquilidad adicional”. Ahora Urdangarin ha declarado ante el juez que “no daba un paso en su vida sin consultar a García Revenga”, secretario entonces de la infanta. Y que las declaraciones de la renta de su mujer siempre las hacía Federico Rubio, a quien ha identificado como “asesor que venía por parte de la Casa del Rey”.
Son declaraciones de presuntos delincuentes, es verdad. Pero son testimonios de los que se desprende, también presuntamente, que personas que trabajaban para La Zarzuela conocieron y aprobaron las actividades y las cuentas por las que la infanta y su marido están sentados en el banquillo. Puede que lo que han contado sea mentira. Es posible también que García Revenga y Rubio hicieran esas cosas por su cuenta, sin informar al anterior rey. Incluso puede que asesoraran limpiamente a la pareja, pero fueran engañados en los datos que les proporcionaban, de los que no se desprendiese nada ilícito. Pero puede ser que lo que declaran sea verdad.
Y por eso convendría que ante dudas tan relevantes que afectan a la Jefatura del Estado alguien las despejase desde La Zarzuela. Porque la institución no puede permitirse que se extienda sobre ella una sombra de duda sobre el posible conocimiento y ocultación de actividades ilícitas. Ni estos presuntos delincuentes merecen que el silencio pueda considerarse aval o atenuante de sus desmanes.

¿DEBE DECIR ALGO LA CASA DEL REY?

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