Un epitafio en blanco

omás Fole abandona la política municipal. Dimite como portavoz del PP y como concejal después de catorce años consecutivos en la Corporación, cuatro de ellos como alcalde. La versión oficial cuenta que es para dedicarse de pleno a sus responsabilidades en el Congreso de los Diputados. Dicho así no suena mal, sobre todo con el trabajo extra que tienen estos días con el asunto catalán, pero a estas alturas de la película a pocos se les escapa que desde dentro haya podido sufrir algún empujón y que desde fuera aprovechen sus ausencias para convocar sesiones plenarias y restar concejales a la oposición, como ocurrirá el martes con el Pleno extraordinario en el que se abordará la rebaja del IBI.
El resultado de las últimas elecciones municipales fueron la puntilla y el que más y el que menos preveía que era el principio del fin de su andadura política en Vilagarcía, una trayectoria plagada de obstáculos que ha ido superando uno a uno a base de tenacidad y visión de futuro. Su habilidad política en un momento de debilidad y soledad del gobierno socialista, incapaz de encontrar apoyos para arrancar con el pleno de organización al principio de mandato, le dio un balón de oxígeno y un tiempo de oro para jugar sus bazas a la hora de dar el salto a la política nacional, justo en el momento en el que la dirección de su partido había tomado la decisión de señalar con el pulgar hacia abajo.
La intensa búsqueda de un mirlo blanco para sustituirlo al frente del PP local dio sus frutos hace unos cuantos meses con la irrupción de Alfonso Gallego en la arena política local. Se convocó el preceptivo congreso y se produjo la “dulce” transición de la que desconocemos la intrahistoria, que se antoja mucho más interesante y emocionante que la conocida versión oficial.
Lo cierto es que de ahí salió el diputado Tomás Fole, que seguía manteniendo sus funciones de portavoz municipal del PP y líder de la oposición hasta que las circunstancias, las propias y las foráneas, le han obligado a dejar una etapa de concejal que se ha prolongado durante casi tres lustros.
Su marcha permitirá que el grupo popular disponga de todos sus concejales en los plenos, cosa que no siempre se cumplía por las obligaciones políticas que Tomás Fole tenía a mayores. Por ahí se entiende que el PP no quiera perder la oportunidad de derrotar al gobierno en minoría en alguna votación por la ausencia de sus representantes.
Aparte de los críticos con la gestión de Fole en sus propias filas, que los había, me temo que los que más se alegran de su renuncia son los ediles de la izquierda. Expresarán con la boca pequeña los formulismos para la ocasión respecto a su labor, pero en el fondo sentirán alivio ante un portavoz con memoria histórica de la gestión municipal de los últimos años y con capacidad para enervar con argumentos, sus argumentos, a los rivales políticos.
Dicho esto, se podrá estar o no de acuerdo con sus planteamientos, pero nunca de su intención de trabajar por el bien de Vilagarcía y por lograr un futuro mejor para sus vecinos. Y como esto de la política es un camino con un sinfín de vericuetos y, además, se lleva dentro, a los que hoy piensan que es el principio del fin de Tomás Fole les aconsejaría que, por si acaso, dejen en blanco el epitafio.

Un epitafio en blanco

Te puede interesar