Prostitución: pasto de caníbales

En los dos edificios del centro de Madrid visitados recientemente por la policía no se practicaba desde hace años la prostitución, sino la trata, la esclavitud, la explotación, la cosificación y la tortura, que son los elementos, todos ellos monstruosos, que componen lo que millones de españoles consumen, y, consumiéndolo, sostienen.
Esos dos edificios a la vista de todos, también de la policía, del Ayuntamiento, de la Comunidad y del Gobierno, albergaban la más siniestra expendeduría de carne humana, adherida a la cual iban los jirones necrosados de la libertad, la dignidad y la salud de las mujeres reducidas a pasto de caníbales. Hacinadas en cuartos insalubres, comidas por las chinches, estabuladas como reses, drogadas por los proxenetas para soportar las acometidas bestiales de los “clientes”, las mujeres parecían no existir para nadie, solo su cuerpo humillado, estragado, para los puteros, y, para sus captores, el dinero que pudieran extraer de ellos mientras aguantaran.
Dos edificios en el centro de Madrid dedicados desde hace años, tras la expulsión del vecindario tradicional que los habitaba, al envilecimiento y a la destrucción de seres humanos, sin que hasta ahora suscitaran la menor respuesta política (policial, judicial) para su desmantelamiento, es algo que solo puede suceder en una sociedad enferma que, por estarlo y no recibir tratamiento, interioriza la prostitución y sus terribles anexos como la cosa más natural del mundo, como una cosa de diversión, ocio y recreo.
Tan penetrada en el tejido social está esa insania que incluso el feminismo actual, éste corporativo y desatentado que tan poco se parece al de las Mujeres Libres que crearon en plena guerra los Liberatorios de Prostitución, vacila entre si abogar por la abolición del mercado de carne humana o legalizarlo, regularlo o modernizarlo. Con más Educación, más Cultura, más luces, menos alcohol, menos drogas, la sociedad española ni se plantearía siquiera el “debate” sobre la prostitución, que, como evidente fenómeno de la peor y más cruel forma de explotación del hombre por el hombre, de la mujer por el hombre, debería ser proscrita sin más contemplaciones, destinando los recursos necesarios de todo tipo para la liberación de sus víctimas y sentando la mano, severamente, a cuantos construyen, como ingenieros, machacas o cooperadores necesarios (“clientes”), esa máquina trituradora de la dignidad.
Pasto de caníbales, que no otra cosa es la prostitución.

 

Prostitución: pasto de caníbales

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