La de ayer fue una jornada para la celebración y para el recuerdo en la residencia Divina Pastora de Vilagarcía. Hace justo cien años que las misioneras de la congregación religiosa de Las Franciscanas del Divino Pastor desembarcaron en la capital arousana para hacerse cargo de la residencia. El primer edificio se instaló en una parcela donada por María Luisa Vila Janer que, de forma desinteresada, entregaba la finca en el año 1892 para la construcción de un inmueble destinado a cuidar de los más necesitados.
Y es que Divina Pastora no nació pensando únicamente en las personas mayores, sino también en los “enfermos, pobres y desamparados”. Las primeras religiosas llegadas a la residencia mantenían el local con las ayudas aportadas por los vecinos, con lo que pedían por las calles y, ya más tarde, con las ayudas que llegaban del estado central. Recuerdan las más veteranas que “para conseguir esas ayudas había que tener el DNI, de ahí que allá por el 1978 promoviéramos una campaña para hacerles a todos el carné en la Policía”.
Poco a poco, y con el paso de los años, el servicio que se daba en la residencia ubicada en la calle Aquilino Iglesia Alvariño se fue profesionalizando y las religiosas de la congregación de Las Franciscanas pasaron de controlar la gestión a ejercer el papel de colaboradoras.
Presencia institucional
La historia de esta pequeña congregación y su cien aniversario fue celebrada ayer en la residencia. Los ancianos, algunos de sus familiares, las religiosas y también representantes de la vida política y social vilagarciana no quisieron perderse un acto que se inició con una misa y que concluyó con un ágape de confraternidad.
En primera fila se sentaron todos los alcaldes de la democracia en Vilagarcía, exceptuando a Dolores García y a Tomás Fole que sí participaron en el emotivo vídeo en el que se daba a conocer qué es Divina Pastora y cual es la esencia que se esconde entre esas cuatro paredes. Agustín Pereira, José Recuna, José Luis Rivera Mallo, Joaquín Javier Gago, Enrique León y Alberto Varela acudieron no solo como exalcaldes, sino también como los diferentes presidentes del Patronato de la Fundación Divina Pastora que ostentaron este cargo a lo largo de los años.
Inmaculada García habló en representación de la Madre General, que no pudo acudir a los actos, para reivindicar el papel de la congregación nacida para la “ayuda a la educación, a la atención de los enfermos y a los ancianos”. Definía el día de ayer como “de alegría, de gozo y de acción de gracias”. Reconocía que con el paso de los años “hemos mejorado muchísimo, dado que tanto la colaboración de las administraciones como de la sociedad es mayor”.
“Trabajo incansable”
Las misioneras franciscanas definieron estos cien años como de “pisadas silenciosas” y de “un trabajo incansable”. El acto tuvo lugar también para los recuerdos y las anécdotas. El exalcalde José Recuna señaló que una de las religiosas le dejó su herencia al morir. “Eran unas estampitas y un rosario”, recuerda. En pago, entiende él, al hecho de que el Concello les consiguiese una plancha industrial para sus tareas en la lavandería. Una anécdota que divirtió mucho a los presentes en una jornada cargada de emoción.