Sorpresa, incredulidad e indignación. Así se sentían ayer buena parte de los usuarios de la playa de Silgar cuando se disponían a disfrutar de este emblemático arenal de Sanxenxo y se encontraron con que “alguien” les había llevado las sillas que cada fin de jornada playera acomodan ante el muro que sostiene el paseo marítimo.
Como los afectados se cuentan por decenas, la noticia corrió más que la espuma de una ola por toda la playa. Enseguida se pusieron a indagar sobre el paradero de unas sillas que utilizan a diario para que no estar con los huesos pegados a la arena de forma permanente.
La sorpresa llegó cuando comprobaron que nadie les robó las sillas, sino que fueron requisadas por la Policía Local, cumpliendo las pertinentes órdenes de la concejala de Medio Ambiente.
La edil entiende que acumular tanta silla ante el muro da muy mala imagen a una playa urbana como Silgar y a un municipio turístico como Sanxenxo y no está dispuesta a que los usuarios de la playa la utilicen como almacén. De hecho, está dispuesta a repetir esta acción cada día hasta conseguir que no quede ni una sola silla en el mercado que colocar en Silgar o que los bañistas se decidan a cargar con ellas y llevarlas y traerlas cada día.
La polémica generada entre los usuarios de Silgar por esta medida era tan grande que ayer no se podía dar un paso por la playa sin que alguien sacase a el tema a relucir.
Lo peor de todo es que los propietarios de las sillas requisadas no saben ni siquiera donde se encuentran los asientos que utilizan en la playa. Por lo de pronto, ayer ya se llenaron las bronceadas carnes de arena, lo que les recordaba lo acontecido a primera hora de la mañana y les animaba a la protesta espontánea, de momento desorganizada.
Los afectados aseguran que la medida adoptada por el Concello de Sanxenxo es injusta porque no emitió ningún bando advirtiendo de la nueva situación, por lo que ninguno de ellos supo hasta ayer, cuando vieron que les habían llevado las sillas, que no se podían dejar de un día para otro arrimadas al muro por cuestiones de feísmo.
Tras esta polémica actuación, muchos bañistas que ayer disfrutaban de la calurosa jornada de sol instaban al Gobierno local a hacer lo propio con las hamacas. Pedían que hiciese un recuento y comprobase si hay más de las permitidas.
La costumbre de dejar las sillas arrimadas al muro de la playa de Silgar se remonta a muchos años atrás, por lo que era una práctica generalizada entre los turistas y vecinos de la localidad turística.
Una buena prueba de ello es que la Policía Local tuvo que solicitar la presencia de un tractor para poder llevarse la cantidad de sillas que amueblaban el emblemático arenal.
El enfado de los bañistas podría incrementarse si no recuperan las sillas que les fueron requisadas por la Policía Local, ya que en este momento ni siquiera saben donde pueden estar almacenadas, ni el estado en el que se encuentran.