Antes de internet, la “w” era una letra casi insignificante, que apenas aporreábamos en el teclado para poco más que escribir kiwi, wáter o Wenceslao. Con la llegada de la red de redes, la vigesimocuarta letra del alfabeto gana peso. Y por partida triple. No es por capricho, sino por aquello de simplificar las palabras World Wide Web, que vienen significando Red Informática Mundial.
La verdad es que a la “w” la vino Dios a ver, porque, en un principio, la cosa se llamaba MESH. Así denominó Tim Berners-Lee al invento que se le ocurrió un buen día en el CERN, la Organización Europea para la Investigación Nuclear. Se trataba de organizar un sistema de búsqueda y almacenamiento de datos a través de un hipertexto, eso que aparece en azul y subrayado y que, al pinchar encima, mágicamente, nos traslada a una página de internet.
Seguramente Tim Berners-Lee, que ahora es todo un sir, llevaba unas buenas hombreras cuando se le presentó la idea a su jefe. Era 1989: Jomeini lanzaba la fatua contra Los versos satánicos de Salman Rushdie, el Muro de Berlín estaba a punto de caer y Madonna seguía con su guerra, de todo menos fría, enseñando lo poco que le quedaba por mostrar en Interviú.
En aquel mundo que veíamos transformarse frente a nuestros ojos ni siquiera podíamos imaginar que estaba empezando el cambio más grande en la manera de comunicarnos desde la invención de la imprenta.
Desde aquel 12 de marzo de 1989 han pasado 25 años y ya hay una nueva generación de nativos digitales, que no saben que las enciclopedias antes no eran wikis, que los mapas se desplegaban sobre el capó del coche y que un móvil era lo que tenía que descubrir Colombo para resolver el caso. Con Google, Marco no habría tenido que salir de los Apeninos para buscar a su madre.
Ahora llevamos en el bolsillo media oficina, un mapa mundial, 3.000 canciones, más de 300 amigos e, incluso, para los más raros, un teléfono. Nos comunicamos a todas horas con todo el mundo: por Facebook, por Twitter, por Whats App… y casi siempre a través de internet.
A veces, incluso levantamos la vista de la pantalla para dedicar unos minutos a charlar con quien tenemos al lado. Hemos cambiado nuestros hobbies: antes, estaba de moda el punto de cruz; ahora, lo peta el puntocom. Hace apenas 25 años, tu casa era el sitio donde tenías que estar si querías recibir una llamada. Hoy sabemos que hemos llegado cuando el wi-fi se conecta automáticamente.