la primera víctima de violencia machista de 2019 tenía 26 años. La última, 41. Ambas tenían hijos y ninguna había dado la voz de alarma sobre su asesino. Como la mayoría de las 55 mujeres que murieron a manos de sus parejas o exparejas en el año más aciago desde hace un lustro. Las mujeres se han echado a la calle para exigir que dejen de matarlas y las campañas de concienciación para que las potenciales víctimas se atrevan a denunciar han sido constantes. Pero seguimos fallando. En la educación, que es la base de los comportamientos humanos, en la protección por parte de las autoridades y en el apoyo como comunidad. Comienza un nuevo año, ojalá el propósito de todos fuera que no haya ni una víctima machista más.