LA JUNGLA DE ASFALTO

Una de las cumbres indiscutibles del cine negro y uno de los mejores trabajos de John Huston sobre una excelente novela de W.R. Burnett es “La jungla de asfalto”. Impecable y certero estudio de la condición humana por el que van desfilando  personajes siempre al límite, sin presente ni futuro, marcados por el cruel e implacable fatalismo de un destino caprichoso del que no podrán escapar. Lo verdaderamente importante no es el hecho delictivo que se relata, sino los propios delincuentes en su humana condición, con sus vicios, virtudes, y códigos de honor, dentro de una sociedad desigual y corrompida, haciendo que nos solidaricemos con ellos hasta el punto de desearles lo mejor, pues, en realidad, los presuntos buenos para nada son mejores que ellos.
En otro tipo de jungla, cuyos protagonistas no nos provocan la más mínima simpatía, vienen sucediendo hechos también del género negro: Un partido político que durante los últimos 20 años se financia con dinero de empresarios que, como contraprestación, reciben jugosos contratos, y con el que paga sus campañas electorales, repartiendo el resto entres sus notables. Un individuo que, aprovechando su privilegiado matrimonio, realiza actividades encaminadas al apoderamiento de dinero público, que luego desvía a sociedades particulares y paraísos fiscales. Un grupo que se salta la legalidad urbanística y medioambiental en sus negocios inmobiliarios, y organiza eventos públicos para obtener ventajas y beneficios utilizando dádivas y sobornos a funcionarios y autoridades.[]  Un partido político que para respaldar económicamente a empresas obligadas a presentar ERES, y a los trabajadores afectados, crea un fondo millonario, y, sin embargo, concede[] prejubilaciones a personas que nunca trabajaron en las empresas afectadas, subvenciones a empresas que no habían presentando ERES, e incluso a personas que no llegaron a crear ninguna empresa, y comisiones muy por encima del valor de mercado a intermediarios entre la Administración y los trabajadores. O unos banqueros que, para resarcirse de las pérdidas de su calamitosa administración, no dudan en apropiarse torticeramente de los ahorros de miles de ciudadanos.

LA JUNGLA DE ASFALTO

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