“Disculpe, pero ¿es esto arte”. Así se titula la primera sala que uno puede visitar de la colección permanente de la Galleria Nazionale d’Arte Moderno de Roma. En ella se aglutinan obras que causaron una reacción negativa en el público cuando fueron exhibidas por primera ve,z pero que luego acabaron por consagrarse. De este modo allí podemos encontrar la conocida “Fountain” de Duchamp, así como varios de los trabajos del polémico artista italiano Piero Manzoni. Y esta sala me vino a la cabeza con la polémica que surgida alrededor de la casa de Oroso, obra del arquitecto Emilio Rodríguez Blanco, que viene de ser galardonada con el Premio de Arquitectura Juana de Vega 2014. En la obra se conjugan elementos como el hormigón sin revestir, cubiertas inclinadas de chapa y barandas de malla metálica. Todo ello, y según el propio autor, inspirado por “la arquitectura popular del rural, los galpones, las naves, los cerramientos de las fincas.” Si a esto le sumamos el reciente decreto de la Xunta con el que se pretende luchar contra el feísmo en Galicia. sancionando aquellas construcciones inacabadas, es inevitable que surja un ardoroso debate que, parafraseando el título de la sala de la Gallería, podríamos resumir en: “Perdone, pero ¿es esto feísmo?”. En este debate hay opiniones para todos los gustos. Lo que parecía que estaba claro ahora parece que no tanto, sobre todo cuando un premio de gran prestigio parece venir a poner en valor una obra que ha empleado elementos que hasta hace no tanto estaban significados como los principales pecados del feísmo: el hormigón y la plancha metálica. Son varios los que argumentan que en muchas ocasiones el feísmo lo único que oculta son prejuicios hacia el rural gallego, donde pesa más la categoría de quien está detrás de la obra que la propia obra en sí. De este modo aseguran que lo que es criticado cuando quien lo lleva a cabo es un paisano del rural pasa a ser aplaudido cuando la firma la pone un arquitecto afamado de la ciudad. Hablando del tema con un amigo mío, arquitecto a la sazón, me resumía toda la polémica en una única frase contundente: “El feísmo en realidad no existe, se llama idiosincrasia”. Sin duda es un tema complejo y sobre el que falta mucho para lograr ponerse todos de acuerdo y sobre todo porque, como también dice mi amigo, de arquitectura todo el mundo cree que sabe.