Unas semanas atrás, el programa en La Sexta TV, Jordi Evole, provocó un escándalo por simulación del 23-F, dando a conocer a los implicados en el golpe y hacer un gobierno de concentración. Pues bien, ese reportaje se quedó pequeño en comparación con la realidad, según el libro que publica Pilar Urbano.
El Golpe de 23-F es una pequeña muestra de la incultura democrática de nuestros políticos, nacida a partir de la anulación de la Constitución de 1812, por el felón Fernando VII, una de las primeras de Europa.
Desde entonces es tradición española romper las reglas, que hoy sobreviven, como lo demuestra el golpe del 23-F. De aquellos polvos vienen estos lodos, la corrupción institucional, administración, partidos, sindicatos, políticos, justicia, órganos de control, causantes de todas las crisis. Tardamos 30 años en darnos cuenta de que carecemos de democracia. Los máximos responsables públicos se dedicaron a alimentar sus bajos instintos, en vez de dar ejemplo cívico, cumplir y hacer cumplir la Ley.
En España es tradicional cargarse a los presidentes, sin procedimiento legal, como ocurrió con Prim, Cánovas, Canalejas, Dato, Carrero Blanco, lo intentaron con Maura y Aznar. ¿Por qué no se dejó terminar la legislatura a Adolfo Suárez que ganó en las urnas con 168 diputados? ¿Qué había cambiado en 10 meses? ¿Por qué no se sustituyó a Suárez con procedimientos legales? Fue una maniobra cochina que sentó un mal precedente, contra la democracia que defendía Adolfo Suárez. El 23-F, fue la excusa para frenar la transición, por envidia, y afán de poder del capitalismo de amiguetes, con el amparo de los poderes fácticos .