Sin fiesta del Rosario.

Hoy, 7 de octubre, La Coruña celebra el segundo aniversario sin su fiesta patronal, debido a que el anterior alcalde, Carlos Negreira, en un acto de lucidez institucional, decidió su cambio por San Juan, una decisión que, entre otras, le costó el puesto de la alcaldía y lo peor es que tampoco será electo en ninguna otra consulta municipal para ocupar el sillón de mando del Palacio Municipal.
No entro en valoraciones de si un santo se lo merecía más que el otro, pero el cambio no fue afortunado para una buena parte de coruñeses que celebraban su fiesta anual a la patrona, la cual sigue siéndolo, pero esta vez sin festejos y con la nueva mudanza del personal, parece que hay indicios de que se devuelvan los honores retirados y sin la Función del Voto oficial que aquellos heroicos defensores habían prometido hacer. Lo cierto es que una parte de la ciudadanía mostró su disgusto y el único partido que salió al paso del atropello de Negreira fue Unión Coruñesa. Ningún otro alzó la voz con tanta fuerza, aunque su clamor no fue tenido en cuenta y se llevó a cabo lo que la mayoría de los ciudadanos no entendían en la forma de actuar de la propia Alcaldía.
Este acto recibido como un legado no admite cambios en su contexto, porque es un derecho adquirido en el tiempo y lo que toca es aceptar y lo deben hacer pensando en que las decisiones que tomen no les pertenecen. Pero nuestros regidores no acaban de entenderlo y piensan que cuando tienen el bastón de mando pueden usarlo a su antojo. En realidad no es así, el pueblo es el único dueño de ese bastón y decide quien tiene el honor de llevarlo cuatro años, es un préstamo que se hace con intereses y si no se cumple la voluntad popular, el castigo es despojar al inquilino de palacio y entregarle la estancia a otro con mejores condiciones. Él cual si se equivoca o reniega de la voluntad popular e impone la suya por encima del pueblo, no durará tampoco más de los cuatro años para el que ha sido elegido.
Esto le ha sucedido a Negreira y puede acontecer con otros que se olvidan de los postulados mayoritarios del pueblo que le elige. No estaría de más que los nuevos regidores, envueltos en el hábito de la Marea, gremio muy importante en esta ciudad en su historia, devolviesen la fiesta del Rosario a su ser del 7 de octubre como venía siendo tradicional y que se remonta a 1589, cuando la epopeya ciudadana logra un importante hito en la historia y expulsa a un ejército de invasión abordo  de una fuerza naval desconocida hasta entonces. Si finalmente es aprobado en el pleno. ¿En que situación queda el señor Negreira con la ciudadanía?

Sin fiesta del Rosario.

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