AUGURES Y ADIVINOS

Siempre ha sido propio de la naturaleza humana querer salir al paso de las incertidumbres del futuro o, por lo menos, procurar tomar las decisiones más convenientes para tener un porvenir halagüeño y evitar las desgracias. Eso explica la popularidad de oráculos y pitonisas en otros tiempos, como los de la Grecia clásica, donde había lugares a los que acudir en busca de respuestas que les ayudaran a elegir lo más conveniente o prevenir males mayores. El más famoso era el Oráculo de Delfos a los pies del monte Parnaso, santuario del dios Apolo y lugar de adivinación. Los principales héroes y generales de aquella Grecia culta y pagana, no tomaban decisión alguna sin acudir a estas adivinanzas, y lo mismo todo el que tenía posibilidades de consultarlas. Al parecer, a más de uno gracias a eso las cosas le salieron bien, aunque desconocemos cuantas salieron mal.
Sea como fuere los romanos, herederos directos de la cultura griega, no sólo no abandonaron estas costumbres adivinatorias, sino que llegaron a establecerlas como parte sustancial de sus vidas, dentro del carácter más práctico de su civilización. Un pueblo prudente debía estar siempre pendiente de los buenos y malos presagios, empezando por sus gobernantes. Los augures, con permiso y colaboración de todos los dioses del panteón romano, se pasaban la vida averiguando qué acciones eran las más convenientes y agradables a la divinidad.
Los métodos de adivinación de unos y otros, siempre en el contexto de determinados lugares sagrados, eran bastante variados: interpretación de símbolos o sonidos, sacrificios de animales, señales físicas, etc. Algunas de estas pruebas tuvieron un éxito popular enorme, como las cartas o la ornitomancia, la adivinación por el vuelo de las aves. Ni siquiera el cristianismo consiguió erradicar este tipo de supersticiones, que siempre sirvieron a los charlatanes para meter miedo entre los más incautos.
Aunque parezca mentira, hoy en día el número de augures y adivinos no ha decrecido, yo diría que ha aumentado. Son los agoreros de nuevo cuño, los que lo saben todo, que además de los medios tradicionales de comunicación, tienen internet para lanzar a los cuatro vientos sus presagios. Estos suelen ser normalmente malos, pues es recurso habitual de mediocres y resentidos, cuando no de oportunistas, decir que todo va mal e irá a peor, si ellos no lo remedian, claro. Para algunos resulta muy fácil, prácticamente gratuito, ir más allá de la crítica sana y legítima, para caer en la descalificación y en el insulto, sin respeto por nada ni por nadie; claro que siempre habrá quien se crea mejor que los demás sin hacer nunca autocrítica.

AUGURES Y ADIVINOS

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