Franco Quintáns, reconocido diseñador de moda arousano especializado en los vestidos de novia y de fiesta, reivindica la figura de la costurera de toda la vida y enfatiza. “Yo soy modista y no modisto, que es un término que salió años más tarde con Valentino”. ¿Y cuál es la diferencia? Cualquiera que vaya a arreglar un pantalón o a encargar un vestido o un traje tiene claro que va a una modista “porque sabe confeccionar y coser”, por simplicarlo un poco. Sin embargo, el modisto, sin tener esta formación, “sabe dirigir un taller de costura, pero no tiene la profesión de modistería”.
“Y como yo sé hacer todo el patronaje, pues soy modista” y como tal aconseja en todos los cursos que imparte que, “por lo menos, sepan el proceso de creación de una prenda, que va a ser la suya”.
Por tanto, saber realizar un patrón, cortar el tejido, coser y rematar y tener los conocimientos suficientes sirve para “cerrar bocas” si algún diseñador dice que un corte determinado se puede hacer o no y, al mismo tiempo, “tener en la cabeza todo el proceso de creación”.
Franco Quintáns es especialista en vestidos de novia y de fiesta y a la hora de elegir las telas de sus diseños se fija siempre en los gustos de la clienta, de su estilo, del corte, de la fisonomía de la persona. Este proceso no es sencillo. “Yo lo que hago es abrir telas, dejarlas colgadas dos o tres días y que ellas me digan qué hago con ellas”.
El diseñador arousano crea moda para todo tipo de cuerpos. Reconoce que cuando organiza un desfile “son todas modelos, con figuras estilizadas”, pero a la hora de elaborar un vestido para una novia, por ejemplo, “me fijo en la persona que tengo enfrente”, de modo que mientras habla con ella anota en su cabeza “si tiene mucho pecho, caderas, hombro” y así ya va pensando “en qué cortes, proporciones y volúmenes le van a favorecer al cuerpo con que el que tengo que trabajar después”.
Lo que tiene claro es que los modelos que se lucen en las pasarelas se pueden adaptar desde una talla 36 a una 50, de tal forma que “todo el mundo puede ponerse todo, pero sabiendo qué se pone” y para ello solo hay que pensar, incide, “en cómo es nuestro cuerpo para elegir prendas que disimulen los defectillos y ensalcen las virtudes”, que a la postre “eso es vestir bien”.
Como las novias “son el centro de atención”, estas mujeres “tienen que ir maravillosas y nadie puede decirle que el corte del vestido no le favorece” y eso se consigue con pequeños detalles como “bajar aquí, subir un poco allá atendiendo a la fisonomía y al volumen de la prenda”.
En un momento en el que las grandes cadenas ofrecen prendas a un precio competitivo, los diseñadores como Franco Quintáns “tenemos que buscar nuestro propio nicho de mercado” y el vilagarciano apuesta por el encaje de Camariñas y otros materiales tradicionales. Se centró en el vestido de fiesta y de novia porque se utilizan para eventos en los que se gasta un poco más y sirven para que puedan lucir vestidos con bordado en cristal, encaje…
Franco Quintáns ofrece exclusividad. Un vestido diseñado y elaborado por él va a ser único porque “no se van a encontrar el mismo tejido, ni el mismo patrón, ni el mismo corte. Yo ahí no repito”.
Vestir a una persona para una ocasión especial no es fácil y a veces “hay que tener mucha psicología” porque “no es sencillo decirle a una persona que lo que te están pidiendo no es lo más adecuado para su cuerpo porque pueda tener un volumen exagerado, ser ancha de cadera o tener un pecho muy grande y lo que quiere no es lo más adecuado para ella”, aunque enfatiza que “todos los cuerpos son perfectos, porque pueden ir muy bien vestidos, sabiendo quiénes somos”.
Y pone un ejemplo gráfico. “No puedes venir con una fotografía de Claudia Shiffer y pedir ese vestido sabiendo que no tienes ese cuerpo”. Sin embargo, Franco Quintáns sí sabe lo que le iría bien a través del conocimiento de la persona. “Es bueno saber a donde van y lo que no les gusta para saber lo que les puedo ofrecer y después hablar y probar”.
La pandemia supuso un antes y un después en el mundo de la moda, especialmente para los que se dedicaban a eventos como es el caso de Franco Quintáns. “Se suspendieron las bodas y hubo mucha gente que no vino a recoger los vestidos”, lo que derivó en una crisis de la que pudo salir “diseñando prendas por talla y en serie acompañadas de complementos” que vende a través de una tienda online, “que ahora está fatal” porque con el paso del tiempo ha ido dejando esta faceta para centrarse en el diseño de espectáculos, aunque continúa con los diseños en un momento en el que su sector “se ha vuelto un caos” debido a las redes sociales porque “la gente cambia continuamente de opinión en función de lo que se pone una influencer y es un poco cansino”, razón por la que dedica buena parte de su tiempo al vestuario y los complementos de la compañía Pablo Méndez Perfomance.
En este caso también ofrece exclusividad y le obliga a estar en la vanguardia. “El éxito depende mucho de la puesta en escena y a veces tengo que hacer un elefante gigante que no pese, que pueda volar y manejarlo de mil maneras, por lo que tengo que darle vuelta a la cabeza buscando materiales y plasmar la idea”.
A lo largo de su trayectoria ha vestido a muchas novias y atesora anécdotas de todo tipo y entre ellas recuerda a una que “quiso casarse de negro”, pero a la postre “supe llevar a todas a donde yo quería sorprendiéndolas con propuestas novedosas y atrevidas”.
Su implicación en el vestido de las novias llega hasta tal punto que aconseja sobre el peinado, el maquillaje “y hasta les tengo comprado la ropa interior”.
La vistosidad de las pasarelas contrasta con el submundo que emana entre bambalinas. “Hay mucha zancadilla, falsos amigos que te dan la palmadita y por detrás te copian los modelos”. Esta práctica, más habitual de lo que parece, le enojaba al principio, pero ahora se lo toma con calma porque la moda va muy deprisa “y lo que haces hoy ya no sirve para mañana, por lo que hay que seguir creando y diseñando”.
Vestirse a la moda es cíclico y comienza con las tendencias que ofrecen las pasarelas de alta costura y que, adaptadas, comienzan a ponerse “unos pocos modernitos, comienza a verse en tienda y luego todo el público”. El diseñador ejemplifica con unos pantalones anchos.
El modista es crítico con la forma de vestir que se ve en la calle porque no sabe si la palabra para definirlo es “cutre” y lo desliga de la cuestión económica porque “estamos llegando a punto de que todo vale” y el diseñador entiende que “nos podemos poner de todo” pero teniendo en cuenta una serie de aspectos. “Lo siento, si tienes celulitis no hay por qué enseñar media cacha. Es desagradable, incluso para la vista. Cinco centímetros más de pantalón y ya vas guapísimo o guapísima”.
Y es que para Franco Quintáns “el vestir es como el comer, es un respeto hacia tu cuerpo” y lo compara con la alimentación. “Si no como cualquier porquería porque me va a sentar mal o porque va a sacar grasa que no es buena, pues tampoco me visto de cualquier manera”.
Y desecha la idea de que vestir bien sea caro porque ahora hay cadenas que ofrecen moda a precios competitivos y remarca que “puedes encontrar camisetas por tres euros y, de hecho, existe la ropa basura de usar un fin de semana y comprarte otra porque hay un mogollón de oferta para todos los públicos y para todos los estilos”.
Franco Quintáns defiende que cuando hay un evento social o familiar, “no hay por qué disfrazarte, pero hay que vestirse con un toque distinto, porque si te invitan a una boda y vas normal, me parece una falta de respeto”.
Aunque ya no está tan metido en el mundo de las grandes pasarelas, remarca que preparar un desfile “lleva unos seis meses” y la rentabilidad no está asegurada porque “son muy caros y no tenemos ningún tipo de ayuda ni subvención y muchas veces no recuperas toda esa inversión”.
Hablando de modelos, una de sus referencias es Diana Nogueira, “que siempre va vestida con mis diseños”, porque Franco Quintáns no tiene musas. Tampoco puede estar sujeto a un horario predefinido. “Puedo estar ocho horas sentado frente a un papel en blanco y no salirme nada y, sin embargo, irme a mi casa y me viene toda la inspiración”, aunque para ello “hay que currárselo” y uno de los procesos a seguir es “fijarse en todo”.