Las fiestas de verano de Palmeira estaban transcurriendo sin que se produjese altercado grave alguno, contrariamente a lo que estaba siendo habitual en años pasados. Sin embargo, a punto de rematar, hubo quienes decidieron estropearlas. Eran las cuatro de la madrugada de este lunes cuando una pareja de septuagenarios que veraneaban en la zona, tras desplazarse como venían haciendo desde otra comunidad española desde que hace 15 años se enamoraron de O Barbanza, pescaban calamar con sus cañas en el muelle de Insuela. Lo hacían junto a un palmeirense de edad avanzada, y otras tres personas, pero estas últimas se marcharon. Diez minutos después, empezaron a oír el alboroto que, desde la parte alta del lugar, generaba un grupo de diez veinteañeros en un contexto de jarana, y que iban caminando en sentido descendente y que, en lugar de pasar de largo, se metieron en el puerto.
La mayoría de esos muchachos se quedó en zonas más o menos alejadas, pero hubo dos, que se quitaron la camiseta y se acercaron a los pescadores, que les escucharon como se retaban entre ellos a bañarse. Incluso, uno de los jóvenes se acercó un poco más a esos hombres y les dijo “está bueno para bañarse”, pero no le contestaron, ni tampoco cruzaron la más mínima palabra con él, ni con su acompañante. En los siguientes 10 minutos, ambos jóvenes permanecieron en el lugar y, de vez en cuando, se acercaban a los dos pescadores, pero nada hacía sospechar lo que luego sucedió. Cuando los dos pescadores estaban de pie -la mujer permaneció sentada en otra parte del muelle-, uno de esos septuagenarios sintió un fuerte golpe por la espada que le hizo caer de repente al mar.
Ese hombre relató a este periódico que al acabar en el agua notó como a su lado se precipitó otra persona, creyendo inicialmente que era uno de esos dos jóvenes que se había tirado para bañarse y que, sin querer, había tropexado con él. Pero, se giró hacia esa persona y pudo comprobar que era el palmeirense que pescaba con él. Esa circunstancia, junto con el hecho de que todos los jóvenes que accedieron al puerto de Insuela se marcharon del mismo a la carrera, dirigiéndose por la pista que comunica con el hotel emplazado a los pies de la playa de Río Azor, llevó a ese hombre a pensar que fueron los dos chicos que se les acercaron quienes empujaron a ambos.
Los dos hombres que, tras ser empujados, acabaron en el agua con sus cañas, llevaban puestos abrigos y calzado, pues esa noche refrescaba un poco al haberse levantado la niebla. Todo el peso de su ropa, que estaba empapada de agua, hizo que les costase mucho salir a flote. Pese a que uno de ellos es buen nadador, reconoció que sus problemas de movilidad en las articulaciones dificultaron sus esfuerzos por salvarse. Sin embargo, al final, a duras penas, y gracias a que estaba la marea alta, alcanzaron unas escaleras y, poco después, lograron salir de allí como pudieron y pusieron sus pies en tierra firme.
Uno de ellos pensó en llamar a la Policía, pero su teléfono móvil se estropeó, pues lo llevaba encima al caer al agua y quedó inutilizado. También portaba su cartera con su documentación, pero esta última no sufrió desperfecto alguno. Recuerda que esa noche no pudo dormir y, a la mañana siguiente, decidió interrumpir anticipadamente sus vacaciones con su mujer, después de haberlas empezado el pasado 1 de agosto y que tenían previsto seguir hasta fin de mes, yendo todos los días a Insuela "pues nos encanta este rincón", manifestó la esposa.
Su marido, con un gran susto y un sentimiento de mucho miedo, le comunicó a la persona que le arrendó el apartamento que no iban a seguir y que se marchaban como consencuencia de la "gamberrada" de la que fueron objeto tanto él como el pescador palmeirense. Alguna de las pocas personas que tuvieron conocimiento de lo ocurrido manifestaron que "se podrían haber ahogado" y agregó que no se debía descartar que esos hechos incluso se podrían investigar como una tentativa de homicidio.
Esa víctima ya regresó a su tierra con su pareja, que manifestó que su marido psicológicamente está fatal". Eso si, antes de marcharse, acudió a denunciar lo ocurrido en la comisaría ribeirense del Cuerpo Nacional de Policía, donde se elaboró un atestado para que quedase constancia de ello y que se pueda acceder al mismo si surge alguna novedad al respecto. El motivo que le ha llevado a hacer público lo que les ha ocurrido es que se sepa que hay gente que se puede comportar de ese modo y que se tomen medidas de prevención ante una situaciópn semejante, "pues nunca sabes lo que te pude pasar, ni donde la vas a tener".
El denunciante manifestó que le comunició al agente de la comisaría que le atendió que desconocía el motivo de la actitud y comportamiento de esos jóvenes, ya que insistió que ni él ni las otras personas que le acompañban en una madrugada de pesca en el muelle de Insuela cruzaron palabras malsonantes ni tampoco hubo gestos de hostilidad recíproca. Igualmente, manifestó que ni él ni su mujer, ni tampoco el palmeirense que les acompañaba llegaron a sospechar en algún momento que les pudiera pasar nada de los les hicieron. Añadió que no conocía a los jóvenes que les empujaron al agua, pero que tampoco sería capaz de identificarlos, pues no los miraron en exceso y mucho menos a las caras, y tan sólo puede describir que uno de ellos les pareció bastante corpulento y que hablaba en gallego.