Debate a seis

Lo del miércoles en Telemadrid va a ser de alquilar balcones. Palomitas, más bien. Todos contra todos, porque hay recelos en ambos bandos. Pero la resultante será la foto de dos bloques. Uno lo encabeza Ayuso desde la derecha: centrará sus ataques en Sánchez, subestimando a Gabilondo. Otro lo encabeza Iglesias desde la izquierda: centrará sus ataques en Ayuso, sobreestimando a Monasterio y dando por hecha la adhesión de Gabilondo y Mónica García.


Las figuras personales de Gabilondo (PSOE), Mónica García (MM) y Edmundo Bal (Cs) tienen todas las papeletas para quedar desdibujadas. No están hechos a la bronca, que va a estar bien servida por Ayuso, Iglesias y Monasterio. La proyección de esta realidad sobre las intenciones de los votantes ya es cosa de tertulianos y finos analistas.


Tiempo de quinielas marcado por la polarización y la bolsa de indecisos. El recuento del 4 de mayo nos dirá hasta qué punto los votantes tienen sed de centralidad y huyen de la bronca. Y respecto a los más de 600.000 votantes indecisos de los que hablan los encuestadores, procede sumarlos a quienes tienen claro que votarán conscientes de queo se inspiran más en el rechazo a otras opciones que en la adhesión a la propia.


El desenlace está más abierto de lo que parece en las fotos demoscópicas tomadas en el arranque de la campaña oficial el domingo pasado. Partimos de un aparente techo en las buenas previsiones de la derecha. Todo el mundo da por hecho la continuidad de Ayuso con o sin escolta. Y un aparente suelo en las malas perspectivas de la izquierda. Por tanto, a unos solo les queda empeorar y a los otros mejorar.


Bienaventurados los que tocan fondo, como canta Serrat. Su perspectiva solo puede ser optimista. De aplicación al único partido que asume su vocación de equidistancia en la lógica de bloques: Ciudadanos.


Su resultado en las urnas del 4 de mayo nos dirá si los españoles en general y los madrileños en particular tienen hambre atrasada de centralidad. O hasta qué punto esa aversión de los votantes a los extremos es verdadera pero, como nos tememos, no se siente representada en ese candidato, Edmundo Bal, y en el partido de Arrimadas.


Sin comparecer como una figura del centro político, también Gabilondo (PSOE) se ofrece como una garantía de moderación frente a los extremos. Ese rasgo de su personalidad bien gestionado podía haber sido una apuesta por el gobernante fiable, racional, sensato y centrado en los problemas reales del ciudadano. Pero en Moncloa no han querido jugar esa baza por entender que Sánchez es más movilizador y Gabilondo no está preparado para competir en la bronca. Un error, a mi juicio, que Sánchez puede pagar caro, pues será el quien pierda si la cosecha de Gabilondo en las urnas no le da para gobernar en la Comunidad de Madrid. 

Debate a seis

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