El hermoso y extraño oficio que aprendemos juntos

El hermoso y extraño oficio que aprendemos juntos
Inauguración del Diario de Arousa en 2001

Mientras preparamos el especial veinte aniversario recibo una visita en la redacción. Vienen a preguntar por una noticia de 1947. Pienso en las horas de comentarios que nos daría el tema en la prepandemia y corro a contárselo a mis compañeros por wasap. Los grupos y las multillamadas mantienen vivo el espíritu de una redacción que, en dos décadas, vivió ya muchas vidas, pero en la que el silencio era lo único inesperado. De los redactores, solo yo vengo cada día laboral a la sede de Praza de Galicia y no son pocas las veces en las que echo de menos quejarme por el barullo que, en tiempos normales, se monta, precisamente, cada vez que intento hacer una llamada. Periodismo es ruido. Fue lo primero que aprendí al cruzar por la puerta de Diario de Arousa. Pero ruido del bueno, ruido de radio, ruido de tecla, ruido de debates, eternos debates que salvaron más de un titular. Por eso, ni en nuestras peores pesadillas pudimos imaginar pasarnos un año escribiendo de un mundo paralizado, sin motor. Nunca imaginamos hacer gráficas de gente con la cara tapada y nunca, jamás, pensamos en cerrar el bar de manera tan literal. Y es que, aunque quizás quede poco ortodoxo decirlo, periodismo y hostelería no pueden ir más de la mano. Sin ir más lejos, una servidora bailó con la actualidad más de una vez. Por ejemplo, los despidos en una de las empresas más emblemáticas de Vilagarcía me llegaron un sábado noche y apunté los datos en una servilleta del Sold Out. Una de las noticias con más recorrido de la actualidad laboral y urbanística de los últimos años se escribió un domingo de reenganche.


SIN HORARIOS

Pero los bares nos tienen dado, sobre todo, noticias de las buenas. Y de eso sabe mucho Fátima Frieiro, que desarrolló una gran capacidad para enterarse de los conciertos de San Roque mientras pedía que le pusiesen una de Rafaela. Al ritmo de la Carrá cayó más de una exclusiva, para desesperación de todo aquel que decide compartir su vida con alguien del gremio. Y es que, qué periodista local no ha escuchado alguna vez la temida pregunta “¿a qué hora sales hoy?”. Esa es otra de las grandes lecciones. No hay guión, no hay un día igual al otro y, sobre todo, no hay reloj. De eso sabe mucho el director, José Pereira, cuya labor menos conocida fue la de formar a todas las nuevas generaciones que recalamos perdidos en Diario de Arousa. Orientar para sobrevivir en lo que José Martí llamó “el oficio más hermoso del mundo”.


Y también uno de los más extraños. Descubrir que un grito al otro lado del teléfono no siempre quiere decir que te hayas equivocado y que, al contrario, puede significar que has dado en la clave, lleva su tiempo. Aprender que ser pesado puede ser la única forma de dar la noticia es complicado, sobre todo cuando tu abuela te ha dicho que insistir es de mala educación. Aunque una de las cosas que más le cuesta a un periodista es la de callar. Asimilar que hay cosas que no se pueden contar es casi tan difícil como entender esa frase de “te lo digo pero no lo puedes publicar, es en confianza”, dicha por alguien con quien estás hablando por primera vez en tu vida.


LOS INICIOS

Otra de las normas que aprendes al dedillo es que el periodista nunca debe ser protagonista. Así que aquí estamos, saltándonos la ley para contar nuestra propia historia y en primera persona. Diario de Arousa se gestó un 23 de febrero, pero de 2001. Mientras las teclas preparaban la salida a la luz del primer número, el Liceo Marítimo, hoy derribado, acogía la fiesta de presentación de lo que sería la primera cabecera de Arousa.


Su entonces director, Antón Xil, recuerda que al acto acudió buena parte del gobierno gallego. Tras pasarse la noche preparando el discurso, lo dejó en otra chaqueta. La improvisación salió bien y el director general, Juán Ramón Díaz, lo felicitó: “Muy bueno el discurso, pero la próxima vez llévalo escrito, por si acaso”. Así nacía “una locura imposible” que sigue ahí, “al servicio de toda la sociedad arousana”. De hecho, pronto los vecinos tomaron la redacción. José Pereira recuerda que muchos se acercaban “con alguna excusa” solo para ver cómo se trabajaba en la redacción de Praza de Galicia. Antes, tenían que despejar una intensa nube de humo que hacía honor a todas las películas y series sobre periodistas. Cambiaron algunas cosas. La Ley Antitabaco purifica el aire de la redacción y la crisis sanitaria vació temporalmente estas sillas, pero lo que continúa intacto es que sigue abierta a los vecinos. Para muchos de nosotros, fue el primer trabajo. Y todos los riesgos que ello conlleva, sobre todo midiéndose página a página con gigantes de la comunicación, se compensa con una apuesta decidida por hacer cantera. "La experiencia fue un baño de realidad y trinchera desde el principio. Aquí aprendes a buscarte las castañas a diario", apunta Beni Yánez. Los inicios de Lorena Ferreño fueron del todo, menos aburridos, en medio de un conflicto bateeiro. Llegó al Puerto de Vilanova pensando en una concentración y se encontró “una barricada de fuego y ruedas” que impedía el acceso al muelle de descarga. “Pegada a compañeros más veteranos en batallas esquivé piedras, también porrazos y algún cóctel molotov fabricado con coca- cola". Sustos de un oficio incomprendido y en crisis permanente, pero siempre vivo y con la emoción a flor de piel. 

El hermoso y extraño oficio que aprendemos juntos

Te puede interesar