Sin ganador claro

Ayuso sale ilesa en un bronco debate en el que Gabilondo se lanza en manos de Iglesias y Mónica García se erige como triunfadora de la izquierda ante un menguante Pablo Iglesias. Si no fuera por lo largo y técnicamente incorrecto que resulta, éste podría haber sido el gran titular del debate televisivo del miércoles en torno a las elecciones madrileñas de dentro de ocho días.


Se intuía en las caras que aquello iba a ser un “todos contra Ayuso”, aunque su en verdad contrincante –así ha venido siendo en precampaña y durante las jornadas que llevamos de campaña- no estaba esa noche detrás del atril, sino sentado en un sillón de Moncloa siguiendo inquieto la contienda por la pequeña pantalla. Tal vez barruntando ya un cambio de estrategia. No hace falta dar nombre.


La candidata a la reelección se personó en el plató en posición defensiva. Era la que más arriesgaba y la que más podría perder. Por eso llamó la atención que lo hiciera un tanto desarmada argumentalmente. Y es que consciente de lo que se le venía encima y de que ya desde el arranque mismo de la comparedencia le iban a echar en cara todos los muertos habidos y por haber por causa de la pandemia y todo un fortísimo chaparrón de datos sobre el supuesto pésimo manejo político y asistencial de la covid en la comunidad, sorprendió que no llevara preparados y ordenados para la réplica los suyos propios.


Fuentes, como se sabe, hay muchas y muy heterogéneas. Y como nadie las identifica, a los efectos que nos ocupan bien pueden valer todas. Una cosa son, sin embargo, los datos sesgados y otra las falsedades. Y de estas últimas hubo más que abundantes en el discurso de la izquierda. Tanto Gabilondo como sobre todo Pablo Iglesias y Mónica García mintieron, sacaron de contexto datos y hechos o directamente se los inventaron. La ministro Robles, por ejemplo, le ha dejado más que en evidencia al candidato y líder podemita.

Ayuso dio, con todo, la impresión de no llevar bien preparados los datos sanitarios. Mejor estuvo en la parte económica, aunque tampoco con contundencia y brillantez. Ella misma ha reconocido no haber quedado satisfecha al cien por cien del debate, en primer lugar porque siempre se puede hacer mejor, pero también por haberse tratado de un escenario muy difícil para quien está gobernando.


La candidato del PP vino en definitiva a confirmar que no es personaje de discurso sistemático brillante, sino de gestos, de chispazos verbales a modo de twits sobre la marcha; de actitud tenaz y valiente , lo cual gusta en el electorado y le está reportando notables éxitos al menos en la calle y las encuestas. Las urnas lo evidenciarán. Sin ánimo de desmerecer a nadie e ideologías aparte, se trata del polo opuesto a su jefe de filas, Pablo Casado. 

Sin ganador claro

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