Indignados

Muchos políticos y gobernantes no se cansan de repetir que paguen la crisis los que la generaron. Seguro que algunos de estos responsables públicos son personas sinceras y honradas, por eso saben que mucha culpa de la actual crisis mundial es de todos nosotros (unos más que otros, evidentemente), los que vivimos en los llamados países occidentales.


Durante mucho tiempo vivimos por encima de nuestras posibilidades creyendo que los derechos adquiridos serían eternos y no pensamos más allá de nuestro propio interés personal. Abusamos de manera consciente de la sanidad pública, de la política de becas, de las bajas médicas, de las prestaciones por desempleo, incluso de las jubilaciones anticipadas y los expedientes de regulación de empleo masivos. Teníamos que poseer la vivienda habitual en propiedad y una segunda o tercera vivienda, un turismo por cada uno de los miembros de la familia, últimamente ya no era suficiente un mes de vacaciones al año, sino que aprovechábamos, casi todos los fines de semana, para disfrutar de estancias cortas en hoteles, hostales, casas rurales o balnearios y disfrutando con suculentas mariscadas.


Huíamos constantemente de la realidad y nada queríamos saber de los 80 millones de pobres que hay en los veintisiete países de la Unión Europea, ni los miles de niños y mujeres africanos que se mueren literalmente de hambre por culpa de las políticas mercantilistas de los países ricos que prefieren mirar para otro lado y permitir la corrupción gubernamental en esas comunidades. Lo más triste es que, a pesar de la crisis y de los millones de indignados del planeta, los pobres son cada vez más pobres y los ricos más ricos.

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