vladimiro está que se mesa los cabellos. Se acerca el invierno y él sigue con su guerra a vueltas. Pensaba haberla finiquitado en dos días y está empezando a temer que el asunto se le alargue dos años, o dos lustros, o dos decenas, lo cual le produce gran nerviosismo. Tan desasosegado lo ve su colega del otro lado del charco, Joe Biden –que dice conocerlo “bastante bien”— que no cree que bromee cuando habla de usar armas nucleares tácticas, biológicas o químicas. Nosotros no conocemos a Vladimiro tan íntimamente, pero a tenor de lo que llevamos visto de él, sí lo creemos lo bastante zumbado como para darle al botón rojo por un berrinche. Ya no vamos a tener que preocuparnos por el calentamiento global; este tipo acabará friéndonos a todos. También puede ser que use armas biológicas y no acabe con la humanidad, pero sí con “esta” humanidad. La próxima remesa será de mutantes fosforitos con cuatro ojos y crestas de gallo. A ver si tienen suerte y los cuernos ya les vienen de serie.