No eran pocos los que renegaban del interés de sintonizar en la televisión un canal que emitía un plano fijo de un fuego crepitante. Hasta que lo probaron. Ayer, miles conectaron con la señal en directo de la fumata, que es dar un paso más. Sin sonido ni más movimiento que el de algún pájaro. Aun así, fijar la atención en la chimenea de la Capilla Sixtina para ver salir el humo resulta hipnótico.