Con los pellets plásticos que estos días están bañando el litoral gallego, con especial incidencia en la ría de Muros y Noia, pero con cada vez más episodios en Arousa, Costa da Morte y ahora también incluso fuera de Galicia, en pleno Cantábrico, es difícil no pensar en una marea blanca que recuerda aquella otra negra de 2002. El alcance final de la llegada de este microplástico todavía está por determinar, pero ahora que aparecen voces que hablan casi en clave de anecdotario de las “pequeñas bolitas blancas que aparecen en la playa”, como si fuera un guiño navideño, el recuerdo de aquella descripción de los “hilillos de plastilina” brotando del pecio de Prestige retumba en las cabezas de los gallegos que vivieron aquello a pie de costa. El microplástico podría acabar en el estómago de los peces y moluscos. Pero, ojo, también en el suyo.