No tiene ninguna gracia

No tiene ninguna gracia
El conductor portugués pasó un mal trago en la plaza de Humor | aec

Por mucho que el pobre hombre –y luso– haya dado con sus bajos –bueno, con los de su coche– en la plaza del Humor, el asunto no tiene ninguna gracia. Nos imaginamos al muchacho, en medio de la oscuridad primera de la tarde, con cara de incredulidad, pensando cómo demonios había acabado allí rodeado por unas gentes que solo trataban de ayudarle y que a él han debido parecerle las hordas de Atila –¡Eh, qué haces, chaval! ¡Neno, ¿se te piró la pinza?! ¡Que vas por las escaleras abajo!–. Y la verdad es que lo comprendemos. Circular por nuestra estrecha ciudad es harto complicado y cada vez nos lo están poniendo peor. A la vista está. El pobre hombre –y luso– no sabe que esta es una ciudad para andar a patinhas, que para eso nos ensanchan las aceras y nos estrechan los carriles de circulación. Y, vamos a ver, tantos banquitos que ponen por las aceras mirando a la pared… ¿no podían haber puesto uno allí para cerrar ese desnivel por el que se ha colado la criança? No, si es que hay que decírselo todo….
 

No tiene ninguna gracia

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