Deberían entenderse

Vienen tiempos duros”, dijo el presidente del Gobierno. “El invierno va a ser durísimo, va haber mucho sufrimiento, nos tenemos que preparar”, anunció la ministra Robles. “El Gobierno se prepara para lo peor”, apostilló Calviño, vicepresidenta de economía, que no descarta la recesión. En términos parecidos se manifestaron el líder de la oposición y políticos de otros partidos y Macron remató la faena matando a la abundancia.  


Si estos pronósticos se cumplen se agravarán nuestros problemas, que no son pocos. Sin hacer una relación exhaustiva, ahí siguen los destrozos de la pandemia agravados por la duración de la guerra; la inflación, que nos empobrece, y sus derivadas la crisis energética y la cesta de la compra; caerá el consumo de las familias, bajará la producción de las empresas y aumentará el paro; el déficit y la deuda aumentando; las pensiones del futuro en el aire y los okupas protegidos… Añadan el crecimiento débil, la desigualdad creciente, la pobreza de millones de familias y la fragilidad del estado de bienestar.


Con este panorama desolador es una anomalía democrática y una desgracia para España que el presidente del Gobierno y el jefe de la oposición no tengan una comunicación permanente y fluida y la crispación que alimentan mantiene un clima de polarización radical irrespirable. ¿Qué maldición cayó sobre España para que el Gobierno y la oposición no compartan ideas y cedan algo de sus posiciones para acometer reformas y enfrentarse a los problemas del país?


Los ciudadanos tenemos puntos de vista distintos sobre política, economía, deportes…, pero somos capaces de ponernos de acuerdo en muchas cuestiones y participar en proyectos que requieren amplia colaboración. Mientras, los políticos de los partidos con posibilidades de gobernar son incapaces de entenderse con España al borde del precipicio.  Parafraseando a Manuel Vicent, empieza a resultar trágico que estos  políticos rompan el entente normal y sigan crispando al país con tanta incompetencia y fanatismo.


De vez en cuando el presidente pide unidad mientras él y sus ministros insultan a la oposición, que a su vez responde con otros reproches. Lo cierto es que de esta forma  generan un clima que confunde al ciudadano, espanta a inversores, dificulta la recuperación económica, recrea las dos españas e impide que el país avance.


Este temporal de bronca tabernaria agita las aguas de la crisis política, económica e institucional y puede hacer naufragar a España, porque Gobierno y oposición, en lugar de crear estabilidad y confianza, generan inestabilidad e incertidumbre con una   irresponsabilidad indignante. Porque si no se entienden saldremos mal de dónde estamos y tardaremos más en recuperarnos.

 

Deberían entenderse

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