El ministro de Transportes, Óscar Puente, perdió una ocasión de callarse cuando dijo que “el tren vive en España el mejor momento de su historia”. De estricta aplicación al presidente del Gobierno, cuando sentenció en sede parlamentaria que en España nunca habría cortes de electricidad.
Ni Sánchez ni Puente harán carrera como profetas, pero no tienen precio como activadores del malestar social. Un apagón en la red eléctrica y el enésimo caos ferroviario en un periodo de ocho días alimentan la sensación de que España no funciona, porque en la mente del hombre de la calle apagón y robo de cable generan la misma sensación tercermundista de incierto funcionamiento de servicios públicos tan esenciales como el transporte y el suministro de energía eléctrica.
Es un estado de ánimo más allá de la política, o más acá, según se mire. Pero no es de naturaleza política. Si el CIS de Tezanos sondeara ahora en las preocupaciones ciudadanas, con muestra significativa de damnificados por el desbarajuste de este lunes o el apagón del lunes anterior, sabríamos que lo que más importa a los españoles es que los trenes no se paren y la luz no se vaya. Mucho más que la lucha por el poder político o si salta un nuevo caso de corrupción en las cercanías de la Moncloa.
Sin embargo, la política no ha dejado de colarse en los dos últimos casos de mal funcionamiento de los servicios públicos. Pedro Sánchez no descarta el sabotaje en el colapso de la red eléctrica. Y el ministro, Óscar Puente tampoco descarta que el robo de cobre haya sido un acto deliberado de motivaciones ajenas al beneficio económico. O sea, para causar daño al mayor número de usuarios, puesto que–según el ministro– el coste de lo robado es insignificante.
Viejo truco. Si de verdad lo del apagón y lo del caos ferroviario hubiera sido causado con propósitos desestabilizadores, Sánchez y Puente sentirían mucho más ligeros sus hombros cuando les hubieran pedido cuentas por lo ocurrido. Una forma de eludir sus responsabilidades.
Es verdad que ambos han dado la cara (con más prontitud Puente que Sánchez, pues el presidente lo hizo con seis horas de retraso en el caso de apagón), pero ninguno de los dos ha despejado las dudas que están alimentando la creciente falta de confianza de la ciudadanía en el funcionamiento de los servicios públicos.
En el caso del apagón, vimos la luz, pero seguimos a oscuras. Muchas explicaciones sobre las consecuencias y muy pocas sobre las causas. Y en el del caos ferroviario, nadie ha explicado cómo es posible que, después de tantos robos de cable que se vienen reiterando como un recurso habitual de los delincuentes, no se hayan tomado medidas de seguridad contundentes para evitarlo.