Fanatismo

Tu verdad no, la verdad, y ven conmigo a buscarla, la tuya guárdatela”, son unos hermosos versos de Antonio Machado que bien podrían definir, actualmente, el fanatismo y la crispación permanente que inunda nuestra sociedad contemporánea. Por un lado vemos a una parte de la sociedad que se cree poseedora de la verdad absoluta, instalada en el conformismo, la seguridad y el fanatismo cargado de soberbia. Y por otra parte una gran mayoría social que suspira por avanzar en libertad y democracia, manteniendo los derechos  y las libertades públicas.  Ya no es cuestión de héroes o villanos sino de tolerantes e intolerantes. Estos últimos tienen como forma de razonamiento la máxima de “quien no está con ellos está contra ellos”. 
 

Hay quien asevera que la base de todas las sociedades modernas tienen que estar asentadas sobre el trípode de la Libertad, Igualdad y la Fraternidad. No obstante dentro de estas sociedades hay colectivos y organizaciones con una concepción paternalista del poder que puede derivar en un claro autoritarismo o dogmatismo que les lleva al abuso de poder y al fanatismo más radical. 
 

Desgraciadamente, en épocas de crisis, los fanáticos se multiplican, convirtiéndose en una de las más peligrosas enfermedades que debilitan, traumatizan y llegan a dar muerte a la convivencia social. Para algunos intelectuales, la personalidad social del fanático se alimenta del autoritarismo, se relaciona con los demás de forma intransigente y vive su vida social de modo exaltado. Mucho cuidado con algunos políticos fanáticos que son capaces de disfrazar a sus ojos y a los ajenos su ansia de poder personal bajo la máscara de una ideología y ve en quienes no la comparten como sus enemigos.

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