En España medios de comunicación, como El Confidencial, The Objective, El Debate, El Español, El Mundo, ABC y otros vienen desempeñando un papel clave en destapar presuntos casos de corrupción en el entorno del presidente del Gobierno, del Gobierno mismo y del partido que lo sustenta incluyendo actuaciones irregulares durante la pandemia, tramas de comisiones, maniobras empresariales opacas y ahora el objetivo es desacreditar a la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, a los jueces y a los propios medios de comunicación.
Las informaciones publicadas, apoyadas en documentación y fuentes producto de las investigaciones, están teniendo un impacto notable en la opinión pública y en el debate político. Característica singular de esos trabajos periodísticos es que ninguna de las muchas informaciones fue desmentida con pruebas, ni rebatida en sede judicial con denuncias o querellas, lo que refuerza la credibilidad de las investigaciones.
Este papel fiscalizador de la prensa, una de sus funciones esenciales en democracia, reafirma la célebre frase de Thomas Jefferson: “Prefiero una prensa sin gobierno a un gobierno sin prensa”. Y no es una exageración. Sin periódicos y periodistas decididos a investigar al poder muchas de estas tramas corruptas habrían permanecido ocultas.
El mérito de estos medios va más allá de la obtener y publicar exclusivas. Han demostrado solidez profesional accediendo a documentos clave, contrastando fuentes y resistiendo presiones políticas e intentos de desacreditación. Fueron persistentes, siguiendo los casos cuando otros medios optaron por el silencio o la tibieza. Y fueron también valientes publicando informaciones que incomodan al poder en un clima de creciente polarización y señalamiento al periodismo crítico.
En este contexto, el trabajo de los medios citados ha tenido y tiene consecuencias tangibles: apertura de investigaciones judiciales, comparecencias parlamentarias, reacciones políticas y un aumento de la conciencia social sobre la necesidad de transparencia. Y todo ello sin la necesidad de levantar la voz ni hacer espectáculo, tan solo con hechos, datos y periodismo.
Una democracia sin prensa libre no es tal aunque celebre elecciones cada cuatro años. La libertad de prensa no solo garantiza que los ciudadanos estemos informados, sino que actúa como contrapeso frente a los abusos del poder, la corrupción y la opacidad.
Por eso, larga vida a periódicos y periodistas, larga vida a la prensa libre. Sus informaciones fortalecen la democracia, no por atacar a un gobierno concreto, sino por defender el derecho de todos a saber.
Reconocer su trabajo va más allá de un acto de simpatía, es el reconocimiento a su misión de contrapeso del poder. Citando de nuevo a Jefferson, “cuando el poder teme a la prensa, es señal de que la libertad sigue viva”.