Manuel Mata | “Si es raro ver a niños leyendo es porque les hicimos creer que es aburrido”

Manuel Mata | “Si es raro ver a niños leyendo es porque les hicimos creer que es aburrido”
Diario de Arousa-2018-06-01-008-b8233b1b

Manuel Mata Piñeiro (Vilagarcía, 1992) nació en el barrio de A Lomba, pero desde hace no mucho su escenario vital está en Oporto. Allí recibió la noticia: su poemario “El buen salvaje” resultó ganador del XIX Premio Gloria Fuertes de Poesía Joven que convoca la fundación del mismo nombre y la Editorial Torremozas. Para el joven es un “tremendo honor” y un motivo para “dar las gracias muchas veces”, pero además supone la “suerte de ver mi libro publicado”, cuenta. Los que conocen a Mata sabían que esto podía suceder. Es un joven activo que ya en el primer año de Bellas Artes fundó la revista “La luciérnaga” para la divulgación artística de estudiantes de su carrera, aunque también contaban con creadores de otras ramas, titulaciones, de fuera del epicentro de la facultad (Pontevedra).... A pesar de todo, era la primera vez que concurría a un certamen y lo eligió porque las entidades organizadoras son “sinónimo de calidad”. La literatura es más que lo suyo, está claro, pero este vilagarciano, actualmente profesor en el Departamento de Pintura de la facultad, no tiene límites creativos.
¿Qué va a encontrar el lector en su poemario “El buen salvaje”?
Un secreto. 

Su gusto por la literatura queda incluso patente en su formación universitaria. Su tesis versa sobre los límites entre la literatura y demás campos artísticos, ¿ha alcanzado ya alguna conclusión?
Bueno, la tesis todavía está en fase de desarrollo, y no trata de la literatura en su totalidad. Mi investigación se centra en el movimiento conocido como realismo sucio, que está compuesto por autores que me encantan. Siempre es una suerte poder estudiar con detenimiento las cosas que a uno le entusiasman y yo he tenido la oportunidad de leer en profundidad un género que admiro. Las conclusiones también están en fase de desarrollo. 

¿Cuando piensa en su futuro laboral se ve más como un literato o como un artista plástico?
Me veo simplemente como un autor que no puede dejar de escribir.

¿Cultiva otros géneros a parte de la poesía?
 Sí, intento probarlo todo para saber dónde encajo y dónde no.  Este mismo año he sacado, junto a Xoán Anleo, un proyecto sonoro basado en la obra de las autoras de la “beat generation”. Xoán es un experto en lo concerniente a encontrar el medio apropiado para cada una de sus propuestas. Es una persona terriblemente flexible y si echas un vistazo a su trayectoria te encuentras desde cerámica hasta poesía mínima. Creo que esa es la forma en la que uno consigue crecer como artista. Permaneciendo abierto. No sé. Como digo, intento ver donde encajo tanto en el resto de formatos literarios como en otros ámbitos artísticos. Aunque para mí el eje siempre es la escritura

¿La poesía es un género no muy popular entre los jóvenes?
Hay un número importante escritores y lectores jóvenes. No es un público comparable en número al de los taquillazos o al de los deportes, pero está ahí y es persistente. Creo que si la poesía, o la literatura en general, dan la impresión de no provocar un efecto sobre la sociedad es porque estamos acostumbrados a constatar el éxito de un producto a través de la opulencia que lo rodea. Y la literatura trata de intimidad y tiempo. Nuestra educación en ese ámbito también deja mucho que desear. Si es raro ver a niños leyendo es porque de alguna forma les hemos hecho creer que leer es aburrido. El tinglado está montado para que la atención recaiga en otras cosas. La culpa es nuestra, no sabemos seducirlos para que decidan por sí mismos dedicarle tiempo. Yo, por ejemplo, no recuerdo que en el colegio me enseñasen nada parecido a Gloria Fuertes. Por fortuna tenía a mi madre, que sabía venderme las cosas. Si un niño no se divierte leyendo cuando tiene ocho años es difícil que adquiera una predisposición que luego mantenga. Cuando estaba en el instituto las lecturas obligatorias siempre eran grandes obras importantes que deben conocerse sí o sí. No sé cuánto habrá cambiado la cosa, pero es un error garrafal no complementar esos títulos con picos más contemporáneos y con cuyo lenguaje un adolescente pueda conectar de forma real y directa. Todo debería ser un poco más “queer” y un poco menos mastodóntico. Si le pides a un chaval que se lea el Quijote, dale luego “Lolito” de Ben Brooks. Si vas a pedirle que se lea “La vida de Lazarillo de Tormes”, que lo siguiente sea “Fahrenheit 451”, de Bradbury. Si no, lo que se acabas consiguiendo es que la literatura se vea como algo rígido que ha sucedido en el pasado cuando sigue moviéndose, y mucho. 
Esto se ha dicho un millón de veces. Al final el que lee es porque se ha encargado por su cuenta, lo que significa que la adicción a la literatura no proviene de ninguna institución pública sino del propio lector, que se las ha apañado para encontrar algo bueno, y eso es estupendo, en realidad. Simplemente creo que, si aplicásemos las obras correctas en el momento correcto, como sugerencias y no como exigencias, habría muchas más personas enganchadas a la lectura. La educación se centra cada vez más en la pasividad y la mecánica estéril en detrimento de la reflexión y la comprensión útil. Se nos apremia para que seamos pacientes y eso no tiene sentido. La lectura no debería ser nunca un trámite

Manuel Mata | “Si es raro ver a niños leyendo es porque les hicimos creer que es aburrido”

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