Cállense, por favor

Sor lo menos una semana, o al menos por dos días, pero, por favor, se los suplicamos. Cállense, señores políticos. Un rato, por Dios o por lo que quieran pero déjennos en paz por un momento. Ya vale. Ya no podemos más.
Después del vendaval de verborrea a que nos han sometido, en especial los señores Sánchez e Iglesias y sus tropas de palmeros, ¿por qué no se lo piensan un poco y tanto los dos como todos los corifeos y los opositores no se plantean darse, y darnos, una tregua?. ¿Por qué no cierran la boca? Se lo agradeceríamos en el alma. Y les vendría muy bien se lo aseguro. Dejen ya de marear la perdiz, de dar la brasa, de intentar cargar las culpas del destrozo y el fiasco. No se esfuercen en intentar seguir con la matraca de echase la culpa unos a otros. Que es peor, se lo aseguro.
Creo que no son conscientes del hartazgo. Tampoco, me temo, algunos quienes en vez de contárnoslo han acabado por ser parte de las trincheras. Pero el común de las gentes en esta ocasión ya no tiene un pase, ya no le compran un mitin ni les aguantan un perorata. Esta vez se han pasado tanto que han desbordado toda las paciencias. Nunca me había encontrado a flor de calle tal unanimidad en el reproche y el hastío. Y más les valdría sopesarlo, oír el rumor de cada vez más estruendoso cabreo y en vez de darle a la húmeda, poner la oreja.
No lo harán. Es para ellos un imposible metafísico. No pueden estar callados ni un minuto. Tienen que decir algo y decirlo, cada cual, el último. Seguirán con su algarabía insoportable. Si hubiera infierno, que debería piensa uno en este instante para todos ellos, la pena dantesca mas terrible sería el dejarlos a todos mudos. O aún peor, que cada cual no pudiera hacerse oír por lo otros pero si recibir el griterío de los demás sin posibilidad replicante alguna. No habría peor castigo para ellos. Pero por ahora quienes lo sufrimos somos quienes no tenemos más remedio que soportar su chillerio.

Cállense, por favor

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