Helados en Israel

Pocos temas hay tristemente más recurrentes que el conflicto entre israelíes y palestinos, una de esas guerras latentes que resulta de todo menos fría, tanto por el clima de Oriente Próximo como por el clima de tensión que se respira en la zona. Y no solo en la zona: resulta difícil dialogar sobre el asunto entre amigos sin que ninguno se exalte.
Expertos hay en la materia de ambos bandos y me hace gracia que coincidan de forma casi matemática con el voto de las últimas elecciones. Si eres del PP, defiendes a Israel; si has votado a Podemos, IU, BNG o PSOE, que mira que está atomizada la izquierda, estarás con los palestinos.
Visité Israel y parte de los territorios palestinos durante apenas una semana y hace ya más de un decenio, durante la segunda intifada. Poco tiempo para aprender casi nada de unos y otros, aunque me llamó muchísimo la atención la constante necesidad de los judíos por preguntar cómo veíamos a su país desde fuera. No creo que hoy pudiera darles buenas noticias al respecto.
Mientras escribo estas líneas, se anuncia el repliegue del ejército israelí, que seguramente esté volviendo a atacar mientras usted las está leyendo. La complejidad del conflicto, que ya existía antes de que yo naciera y que tiene pinta de no solucionarse antes de que me muera, aunque pienso hacer gasto a la Seguridad Social durante muchos años, me impide hacer un juicio de valor rápido.
Cierto que Hamás es un grupo terrorista y lanza misiles sobre Israel, en donde no hace tanto podías volar por los aires si elegías la cafetería o el autobús equivocados, pero cuando el marcador va en más de 1.800 muertos frente a 70, los argumentos de los judíos se vuelven más endebles por momentos. Matar moscas a cañonazos, literalmente.
El dinero, que marca las diferencias en casi todos los aspectos de la vida, es en esta guerra una de las claves. En una tierra en donde, curiosamente, el primer saludo al visitante, en cualquiera de las lenguas, significa “paz”, Israel dispone de medios para neutralizar los misiles de Hamás y proteger a sus civiles, mientras que en Gaza las bombas caen sin piedad. Hay tanta muerte que han tenido que sacar los polos y los cucuruchos para guardar los cadáveres en las neveras de los helados. Lo bueno es que tampoco quedan demasiados niños para disfrutarlos.

Helados en Israel

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