Tejedores de sueños

Tal nuestra Marea, nasía pa’ganá, a la que no se le multiplican los enanos oníricos conforme agotan legislatura. Se las prometían muy felicies. Vamos, de un realismo subido de tono en cuanto a obras, mejoras, equidad al atender los barrios. Dando la espalda a imperativos categóricos tradicionales e imponiendo honda religiosidad laica con revolucionarias ganancias. Lo malo es que, ocupado el poder, olvidó al colega Calderón, que definiría la vida como frenesí, sombra, ficción, reducida a cenizas. De otra forma no se explican los delirios surrealistas de quienes estaban obligados –eso habían prometido– a bajar el cielo a la tierra…
Pero los antisistema son así. Vienen redentores y después chirría la caspa que reparten. Colocándose ellos, adjudicando sinecuras y otras prebendas a familiares y tuiteros afines. Mientras, operativamente, con nulos de toda nulidad y los problemas de La Coruña se demoran sino die. Aquí vale más el postureo que la acción. Conviene pensar en la naturaleza ejecutiva de los acuerdos adoptados por los hombres del palacio de María Pita y sus consecuencias actuales de manto de Penélope aguardando el Ulises liberador.
Ahí está, entre otros, el ejemplo multiplicador del término municipal: muro del cementerio de San Amaro deteriorado hace siete meses por la caída de un árbol sobre la tapia. Posiblemente, dado que caminamos a un otoño castaño y nostálgico, pretende mantenerse esta escenografía romántica donde el poeta recuerda la soledad de los muertos. Así bien cuidaditos para que no nos sobresalten con apariciones inesperadas… O, rompiendo el escalofrío castañeteo, recordar a Rascayú, viejo enterrado de la comarca al que la suerte un día arrebatará su compañera del alma. Esqueletos que salían de sus tumbas para bailar una sardana acompañados por el croar de una rana que pregonaba la arribada vecinal del más allá…

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