La gran lección del manifiesto

Las informaciones que aparecen estos días sobre determinadas actividades del Rey Juan Carlos I han excitado una proliferación de condenas sin respeto a la presunción de inocencia. Si sus acciones pudieran ser merecedoras de reprobación lo decidirán los tribunales, pero nunca se podrá borrar su labor en beneficio de la democracia y de la Nación”
Así empieza la declaración pública “En defensa del reinado de Juan Carlos I” suscrita por más de 70 personalidades que compendia los logros alcanzados en su reinado, “la etapa histórica más fructífera que ha conocido España desde el comienzo del siglo XIX”. 
El manifiesto concluye llamando a partidos y organizaciones políticas a defender la integridad política y territorial de la nación y el buen nombre del Rey emérito y de las personas e instituciones “que han hecho posible estos últimos y satisfactorios cuarenta años que hemos vivido los españoles”. 
La gran lección del manifiesto, además de la defensa argumentada del legado del Rey emérito, es el hecho de que los más de 70 firmantes que ejercieron altas responsabilidades políticas desde ideologías distintas en Gobiernos de UCD, del PSOE y del PP, recuperan con este escrito el “espíritu de la Transición”. 
Algunos la protagonizaron, otros más jóvenes la asumen como propia y todos siguen la estela de aquella pléyade de políticos que, desde distintas posiciones, demostraron una gran capacidad política mediante el diálogo para mirar al futuro en lugar de seguir ajustando cuentas con el pasado. Entre todos lograron la reconciliación y la concordia e hicieron posible que todos los españoles -también los populistas, independentistas y los herederos del terrorismo- pudiéramos disfrutar del período de estabilidad, de progreso y de bienestar más largo de la reciente historia de España.  
Ese es el legado de la Transición y allí estuvo el Rey Juan Carlos impulsando el cambio para alumbrar un país nuevo donde todos cupieramos, una democracia plena abierta al pluralismo representativo y a la alternancia política.   
Por eso, el Rey emérito “no puede pasar a la historia en la página de sucesos, no se puede tirar su legado al estercolero de la historia”, dice Alfonso Guerra. Los actos que provocaron su marcha de España son reprobables desde la ética y el decoro, pero sobre eso tienen que decidir los jueces. La cacería organizada contra él por parte de algunos sectores, añade el ex vicepresidente, “es un ataque a la monarquía para demoler la Constitución y derribar el régimen del 78” que nació con ella. 
Que es lo mismo que recuperar la intolerancia y los enfrentamientos, dos fantasmas del pasado que son una maldición periódica que cae sobre los españoles.  

La gran lección del manifiesto

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