La derecha psicodélica

Hay que tener cuidado con lo que se desea: corremos el riesgo de que se cumpla. Sin embargo, el deseo tan largamente bruñido y acariciado de tener un gobierno, uno, el que fuera, se correspondía más con una necesidad que con una apetencia, y por ello el cuidado que hay que tener es otro, el de que el gobierno que acaba de aterrizar no cumpla.

En esto, como en todo, hay divergencias: en tanto la amplia base social que lo sustenta teme que no pueda o acierte a cumplir su promesa de reparar los destrozos de una crisis que enmascaraba una asonada de los ricos y su correspondiente y brutal ajuste de cuentas, la derecha teme precisamente lo contrario, que pueda y acierte, y aunque Pedro Sánchez se ha cuidado de poner una vela a Dios y otra al Diablo en la composición de su gobierno a fin de ilusionar un poco a unos y no asustar demasiado a los otros, lo que se está revelando desde el primer momento es que el deseo de gobierno, aunque general, no era coincidente: la derecha, en efecto, deseaba uno, pero sólo uno, el suyo, hasta el punto de deslegitimar a lo bestia al que finalmente ha venido.

Aún no siendo cuestiones desdeñables, la dependencia de los independentistas, la obligada sujeción a las directrices económicas de la Unión Europea, o la designación de una Fiscal General del Estado tan aparatosamente sumisa al Ejecutivo, no son las peores que pueden lastrar la legislatura. Peor que ellas, que todas ellas juntas, es la consecuencia del mal perder en las urnas de la derecha, hoy más inhóspita que nunca, que habrá de traducirse si nada lo remedia en una suerte de estado de excepción política permanente. El incendiario comportamiento de esa oposición seducida por la ultraderecha, que desdeña su deber de hacer patria mediante el control, la crítica y la alternativa positiva para abonarse al insulto, a la calumnia, a la conspiración dineraria y al energumenismo en el mitin y en la Cámara, no auguran una edificante contribución a la gobernabilidad ni al apaciguamiento.

En tanto una amplia base social, apalizada por la desigualdad, la injusticia y la pobreza, conviene en modular su original deseo plegándose al pragmatismo y a la esperanza, la derecha tripartita se ha quedado colgada del suyo, y no ve ni quiere ver para el bien de España y de los españoles otra cosa que los paisajes deformados de su viaje psicodélico.

La derecha psicodélica

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