Reportaje | El alto coste de pisos destrozados y llenos de basura

Reportaje | El alto coste de pisos destrozados y llenos de basura
El piso de José Fernández en la Rúa Cervantes no fue el único que acabó lleno de basura

El piso propiedad de José Fernández Santamaría en la Rúa Cervantes, en el casco urbano ribeirense, que fue desalojado hace una semana como consecuencia del impago continuado de las cuotas de alquiler no es el único caso registrado en la capital barbanzana de un inmueble que acabó lleno de basura y con cuantiosos daños. De hecho, uno de ellos que se sitúa en la Avenida da Coruña, fue víctima de los mismos inquilinos, una pareja con dos hijos. Su propietario, un hombre de edad avanzada que prefiere que su nombre permanezca en el anonimato, recuerda que estuvieron residiendo en esa vivienda durante cerca de tres años, y que estuvieron abonando el alquiler durante los doce primeros meses, pero a partir de entonces nada. Les pidió que se marchasen si no eran capaces de pagarle, pero no lo hicieron.  
Este afectado señala que debido a esa situación decidió denunciarlos en los juzgados de Ribeira y lograron echarlos, aunque un mes antes ya se habían ido, pues les llegó la notificación del desahucio. Recuerda que la basura acumulada superaba el medio metro de altura, así como ropa tirada, pero también mucha suciedad y un olor pestilente. Pero eso no fue todo, pues el suelo de baldosa estaba roto y agrietado y aparecieron rotas las camas, armarios, sofás y otros muebles, que les obligó a tirarlos y comprar otros nuevos, y también ha tenido que pintar toda la vivienda. Ha tenido que gastar más de 10.000 euros en adecentarla, a lo que hay que sumar las pérdidas por el impago de alquileres y gastos de luz y agua, pero no le han quedado ganas de volver a alquilarla,
Dolores Álvarez ha decidido hace tres meses volver a arrendar su piso en la Praza do Concello, detrás de la casa consistorial, pero ha tenido que pasar una década para que cambiara de opinión, pues después de comprobar como le dejaron el inmueble sus anteriores inquilinos no le habían quedado ganas. Se lo había alquilado a una jubilada y a su hijo soltero, pero le murió una hija y con ella se fueron a vivir su yerno, la nieta el novio y tres niños más. Al meter a toda esa gente, la pensión no daba para todo, por lo que lo primero que dejó de pagar fue el alquiler, luego la luz, que se la acabaron cortando. Al igual que en el caso anterior, también le pidió que se marchasen y que estaba incluso dispuesta a pagarles por ello, pero ni con esas, por lo que tuvo que acabar por denunciarla. 
Al llamarla al piso, la arrendataria sólo le entreabría la puerta, pero era suficiente para comprobar el mal olor que desprendía y que había bolsas de basura amontonadas, ropa por los suelos y colillas, los techos estaban negros y llenos de humedades, así como las paredes pintadas y con las marcas de las manos manchadas hasta una altura de 130 centímetros. También pudo comprobar que limpiaban el marisco en el salón, dejando todos los desperdicios tirados, y que empezó a entrar gente poco recomendable. Al año de denunciar consiguió que los echasen, aunque la víspera ya se habían marchado sabiendo que iban a ser desahuciados. Fueron retiradas, entre otras cosas, hasta 65 bolsas de basura amontonadas en las diferentes dependencias del piso, “que lo dieron por siniestro total”, precisó Dolores Vázquez. Tuvo que dedicar cuatro meses y gastar 16.000 euros en adecentar el piso pues, además de lo ya reseñado, tuvo que renovar la totalidad de los electrodomésticos.
La experiencia vivida por Rosa María Miranda “Romi” no se queda atrás, pues durante tres años estuvo alquilando tres apartamentos en una misma planta que había comprado a un banco en Padín, y todos le quedaron a deber mucho dinero, pese a que era poco lo que les cobraba, pues tampoco pagaron la luz y el agua. Recuerda que se fueron destrozándolo todo y quemaron colchones, con el riesgo de que se declarase un incendio, y arrancaron las manillas de las puertas, e incluso los últimos se llevaron el calentador, la grifería, las tarteras y los platos. “Cuando vienen a pedirte que se lo alquiles son todos muy buenos, pero con el tiempo descubres cómo son realmente, pues en poco tiempo destrozan la cocina vitrocerámica, el lavavajillas, la lavadora, el horno eléctrico, la campana extractora y el calentador”. También acogió a uno que iba a estar unos días y acabó quedándose nueve meses y otro lleva seis años y sólo le pagó 4.000 euros en todo este tiempo, pero se marchará en breve. l

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