En los últimos tiempos, el cambadés Laureano Oubiña reclama que no le llamen narcotraficante y pide, en todo caso, acompañarlo del prefijo “ex”. Pero el considerado “Rey del hachís” no reniega de su pasado, de sus tres condenas por tráfico, y sí de lo mucho escrito y dicho sobre él. Lleva años desgañitándose para negar su vinculación con las muertes de la droga, alegando siempre que el “costo” no ha matado nadie. También contra el sistema penitenciario –“no reinsertan a nadie” es uno de sus mantras–, los poderes políticos, policiales y judiciales... Y de todo esto ha nacido: “Oubiña. Toda la verdad. Ahora es mi turno”. Y lo ha hecho a través de una editorial, Pejurito SL, fundada por unos de sus hijos porque, como él mismo cuenta, hubo sellos interesados, pero “casi tenía que pagarles yo a ellos”.
Por 20 euros ya se puede comprar en internet y en librerías arousanas. Es un relato autobiográfico en el que Oubiña habla del niño “maltratado por su padre” en una Galicia rural de posguerra que pronto aprendió los entresijos del estraperlo y del cómo llegó a convertirse en uno de los transportistas de cannabis más importantes de Europa. Habla de las primeras descargas de café y tabaco, del avance que supuso el contacto con los mayoristas de Winston en Amberes, que lo convirtieron en uno de los pioneros del “chollo do fume” (el negocio del humo), pero también de la reconversión de los narcos arousanos a la cocaína o de porqué adquirió el emblemático Pazo Baión que después se convertiría en su “peor pesadilla” (aunque utiliza su imagen para la portada).
Sito y los capos turcos
Con este repaso personal, el cambadés también dibuja parte de la realidad del contrabando y el narcotráfico en el siglo XX y aprovecha para hablar de su relación con “enemigos íntimos” como el exjuez Baltasar Garzón, el arrepentido Portabales, el fiscal Zaragoza o la líder de las madres antidroga Carmen Avendaño, con la que mantiene un pulso judicial. Pero también con personajes reconocidos como Mario Conde, Jesús Gil, el traficante de armas sirio Mozen Al Kassar y el capo de la heroína, el turco Urfy Cetinkaya, a los que conoció en la suma que más le pesa, por encima de la edad, sus años entre rejas (más de dos décadas de sus 72 primaveras). No faltan las referencias a otros patrones de la droga, como Sito Miñanco, del que reproduce momentos compartidos como el recuerdo de su padre repartiendo vino en la fiesta de su barrio, la Valvanera, y que “esos arranques de populismo enxebre le pasaría factura a Sito, sobre todo cuando decidió meterse a presidir el club de fútbol (...)”. Y como esto, otros detalles nunca antes desvelados sobre tiroteos, ajustes de cuentas, chivatazos, corrupción... Todo esto y más promete el cambadés en 264 páginas de su verdad. l