SANXENXO - “Esta distinción tiene la huella de mis vecinos. Me siento honrado”

SANXENXO - “Esta distinción tiene la huella de mis vecinos. Me siento honrado”
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A Antonio Castro le entregará mañana la alcaldesa la Cebola de Ouro en reconocimiento a su labor literaria en la que refleja su “pasión” por Sanxenxo, sobre todo en “Lilainas”, un libro en el que se recogen cinco cuentos cortos, todos con títulos con nombre de mujer, y que forma parte de la trilogía “Sanxenxo, paisaje y hogar”.
Su carrera como juez, con diferentes destinos, el actual en Alcalá de Henares, le alejó de Sanxenxo hace ya unas décadas, fijando su residencia en Guadalajara, pero cada verano vuelve a su casa materna, en la calle del Sol.  En ella, le gusta sentarse, según reconoce con cierta nostalgia, en el mismo sillón que utilizaba su madre hasta su fallecimiento hace seis años, y contemplar ese Sanxenxo interior que evoca múltiples recuerdos de su infancia.

¿Cómo recuerda su niñez?
Privilegiada por pasarla aquí. Este era un pueblo de silencios muy agradables. El silencio y la luz eran dos características del pueblo, que han desaparecido. Aquellos jardines se han convertido en edificios oscuros, no siempre bien diseñados, que absorben mucha luz.

¿Cómo se ve desde Guadalajara el modelo de desarrollo elegido por Sanxenxo?
El municipio pagó con creces su cuota ante la necesidad de adaptación a las exigencias de lo nuevo. Hacían falta otras infraestructuras, más espacio, pero no se hizo ni ordenadamente ni se tuvo en cuenta lo que había. No hubo un proceso de transformación sino de destrucción de lo anterior para construir algo nuevo.

¿Y qué opinión le merece el resultado ?
Lo que había era muy bonito y podía haberse compatibilizado de otra forma con lo que se entendía que había que hacer. El cemento en los pueblos es como el talonario en los equipos de fútbol. Haces un buen equipo pero poco entrañable.

Se refiere al crecimiento de Sanxenxo hacia el puerto. ¿Cree que la apuesta por el turismo náutico no fue acertada?
Era lo que había, lo más próximo, pero no creo que eso autorizase a abandonar lo que constituía nuestra esencia. Tampoco hubo un clamor popular para oponerse a ello. Todo el mundo tenía su pequeño interés. Tal vez, nosotros, mi familia, hemos podido mantener esta casa por carecer de una vinculación directa con el turismo.

Habla del sector con cierta melancolía...
Me entristece pensar que la arena de Silgar, la arena de mi infancia, está sepultada bajo toneladas de áridos de otros lugares. Fue muy triste verlo. Sentía que, en cierto modo, la arena sepultaba los recuerdos. Aquí, en la infancia, nos movíamos entre la escuela, la iglesia y la playa. Era nuestro triángulo mágico.

Encontrarse con los pantalanes del Náutico este año,  ¿le impactó?
Creo que cualquier modificación ahora tiene que ser muy mesurada, que además de contar con amplios acuerdos debe ser absolutamente necesaria. Sanxenxo no puede ser una moneda de cambio ni escenario para determinados intereses. Y nunca poniendo en riesgo la belleza, parte importante del interés general que se debe defender.

¿Conoce el conflicto social derivado de la construcción de esos pantalanes?
Al no vivir aquí desconozco cómo se desarrolló todo. Lo único que puedo decir es que tiene que acabar habiendo un diálogo. Hay una parte que está obligada a oír porque los otros están ejerciendo su derecho a exigir ser escuchados. Yo creo que debe hacerse un esfuerzo por diagnosticar el problema, hacer una labor de síntesis y acabar el conflicto de forma pacífica.

¿Cómo valora la entrega de la Cebola de Ouro?
Uno nunca acaba de saber por qué llegan estas cosas, pero me gustó mucho que la alcaldesa vinculase el premio al contenido de “Lilainas”. Yo soy de aquí, he venido siempre que he podido. Escribí sobre mi infancia y esto es algo muy entrañable. No es un premio como otros que por razones profesionales me hubieran podido conceder antes. Este tiene la huella de mis vecinos, de la gente más cercana y eso, me hace sentirme muy emocionado y honrado. Y además, me hace formar parte de un elenco, querido, de antecesores en la obtención del premio, con los que me gusta poder compartirla.

La alcaldesa utilizó el término “pasión” para definir su relación con Sanxenxo...
Me gustó. Lo ví muy acertado. No dijo compromiso, ni afecto. Pasión define muy bien lo que siento. En todos los destinos en los que estuve, la gente que me conoce no tarda más de 15 minutos en saber de dónde soy.

¿Cómo es posible que utilice un lenguaje tan directo en Lilainas y luego rebusque tanto el lenguaje cuando  dicta sentencia?
 El derecho tiene un lenguaje propio que nos facilita mucho las cosas. Y esto ocurre en todas las ciencias. Pero yo procuro que mis sentencias sean claras, para que las entienda sobre todo, el que las pierde. Además, recuerde, que éstas deben ser motivadas. Por ello es fundamental explicar qué ideas llevan a un juez a llegar a una conclusión. Vengo de trabajar durante más de dos años en un Juzgado de Familia. Y eso exige ser muy claro.

¿Es posible tener una afición como la literatura para un juez?
Es muy difícil. La justicia es un esfuerzo que no está valorado en la sociedad. El trabajo que hacemos en los juzgados de primera instancia no es conocido.Yo entiendo que la labor del juez es pacificar los conflictos, pero para eso hay que conocerlos. Y eso lleva tiempo. En mi profesión nunca encuentras largos periodos de serenidad. Siempre hay algo a lo que no encuentras la motivación. Al final, para escribir, robas el tiempo a la familia.  n

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