El pasado golpea a veces con fuerza las puertas del presente. E incluso las del futuro. Así sucede en una Vilagarcía que urbanísticamente no deja de repetir viejos sueños. Uno de ellos es el del Balneario de A Compostela. Su inauguración marcó el inicio de una nueva era para una playa que ahora cae en desgracia. En un momento en el que la rehabilitación del edificio se ancla en la burocracia, conviene recordar aquellos días de esplendor.
Corría julio de 1955 cuando los periódicos locales plasmaban el buen ritmo con el que avanzaban las obras de construcción de un edificio que, explicaban en la prensa de la época, contribuiría a la “atracción de los bañistas”. Una frase que más de medio siglo después sigue de plena actualidad. “Aún no estará listo este verano”, aseguraba en su crónica El Pueblo Gallego. Efectivamente el Balneario se inauguró el domingo uno de julio en un acto al que asistió el gobernador civil de Pontevedra, Rafael Fernández, así como el alcalde de Santiago, Enrique Otero. Fueron recibidos por una comitiva de autoridades locales encabezadas por el regidor anfitrión, Jacobo Rey Daviña, y en la que también estaban el cura párroco, el comandante militar de la Marina, el juez muncipal, el presidente de la Cámara Oficial de Comercio y el jefe de la Falange. Tras una comida en el Balneario y un vino a cargo de la empresa concesionaria, los discursos dieron el pistoletazo de salida a la temporada estival en Vilagarcía. El más emotivo, relata El Pueblo Gallego, fue al hablar de las “maravillosas” vistas a una “ría que obligó a Sorolla a arrojar los pinceles por la imposibilidad de reflejar la puesta de sol”.
recuerdos
La Banda Municipal puso la música al acto oficial mientras en el parque de A Compostela una orquesta amenizaba la fiesta del pueblo. Aquel día de partida el Balneario se debió a las autoridades, pero a partir de entonces la historia se escribió desde abajo. Bodas, guateques y fiestas de cumpleaños llenaron de alegría la terraza del edificio. En el blog de O Faiado hasta hay “peleas dialécticas” sobre cuál fue la época de mayor esplendor. Cada uno barre, está claro, para su generación. Las microhistorias del Balneario coparon prácticamente toda la segunda mitad del siglo XX. En aquel balcón hasta sonaron notas por primera vez. “Adquirí en Munich el disco recién salido al mercado y cantado por Peppino di Capri titulado Saint Tropetz Twist y en los guateques que se hacían en la terraza superior de cada cinco discos, se repetía esta canción puesto que todavía no había llegado”, dice Joaquín Sampere.
Guateques y fiestas en la distoqueta del Balneario que dieron lugar a encuentros amorosos. Allí se conocieron muchas parejas que luego regresarían al edificio para casarse. Bodas por todo lo alto y con vistas a la Ría que se celebraron durante años y años, hasta que el inmueble cayó en desgracia. Ahora, espera nuevos tiempos.