El monóxido de carbono puede ser letal. Su condición de gas inoloro, incoloro e insípido lo conviere en peligroso, difícilmente detectable si no se reconocen los síntomas que provoca. “Produce irritabilidad, mareos y vómitos”, explica David Padín, sargento de los Bombeiros de O Salnés. “Pero eso cuando uno está despierto. Si estás dormido, ya no te enteras”. Es la denominada muerte dulce.
Los niveles de concentración que midieron los bomberos a su llegada a la vivienda de Jesús y Milagros eran “despreciables”. “En aquel momento había concentraciones bastante bajas, que no comprometían la vida humana”, pero por aquel entonces la Guardia Civil ya había accedido al inmueble y el gas pudo diluirse. “No sabemos la concentración que había antes” y tampoco “el tiempo de exposición”, que es también fundamental. “A partir de 500 partes por millón ya resulta peligroso para la vida humana, pero en concentraciones menores si el tiempo de exposición es mayor el resultado también puede ser de muerte”, aclara Padín. Con todo, pide “mantener la cautela” mientras no resuelva la investición judicial y se determine a ciencia cierta que fue el CO el causante del fallecimiento de los septuagenarios catoirenses.
El monóxido de carbono se produce “por una combustión incompleta”. Es un gas “ávido de oxígeno que se combina con la hemoglobina de la sangre e inhibe el transporte de oxígeno en ella”, explica el sargento de los bomberos. Puede producirlo cualquier elemento que genere combustión: “un calentador de agua sanitaria, una estufa de gas o incluso una estufa de leña o de carbón, cuya combustión es muy lenta”. Se pueden tomar precauciones para evitar una intoxicación. En el caso de termos o estufas, comprobar que la llama sea azulada y que no desprendan humo; hacer revisiones técnicas de los aparatos de gas; y, para las cocinas de leña, asegurarse de que el tiro no está obstruido y de que la ventilación es correcta. n