LARGA MIRADA

Roy Batty, replicante rebelde de “Blade Runner”, afirma: “Yo he visto      cosas que vosotros no creeríais:     Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de    la Puerta de Tannhäuse. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en     la lluvia”.  
Yo, humano en proceso de construcción, digo: He visto en los puentes del Umia gorriones cazando arañas utilizando la técnica del colibrí.
Para un ciudadano próximo, vecino de Caldas, las distancias que marcan la épica no soportan comparación. Orión está a años luz de la tierra y el humilde puente del Umia a la puerta de casa. Sin embargo, para un observador ideal, no necesariamente situado en el centro del universo, la distancia y la  gesta poética se habrían realizado a la misma distancia y en una misma región del espacio. En ese misterioso lugar donde se concreta realmente lo infinito y eterno de su espíritu, la pulsión sensorial y sensitiva que nos conmueve hasta el supremo esfuerzo de la poesía.
La distancia  no la define la proximidad o el conocimiento sino la constatación de la íntima esencia de lo creado y de lo que se ha de crear. Seguridad que no se adquiere por la vía de la fría razón sino por el ardiente ingenio de la imaginación cuando en un alarde de sensatez perfila hasta tan sutil extremo la realidad, de modo que alcanzamos a contemplarla en su plenitud permitiéndole así formar parte infinita del eterno que procede.

LARGA MIRADA

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