Esto nos dice el Creador, o sea Dios, por medio del Génesis, primer libro del Antiguo Testamento, como saben todos los seres humanos con un mínimo de instrucción, sin distinción de sexo, ideología, etcétera, salvo que se quiera optar por la ignorancia o desprecio de tal conocimiento, y en ese mandato divino se ve con meridiana claridad que el género humano fue creado para perpetuarse a través de la procreación, posible únicamente por medio de la unión carnal del hombre y la mujer, en un acto de amor que conjuga el deseo placentero y la perpetuación de la especie humana a que antes aludimos. Aceptado este principio de vida, concluiremos que la interrupción voluntaria del desarrollo y consiguiente alumbramiento del ser concebido supone una transgresión deliberada del mandato dado por el Autor de la vida, y, por lo tanto, quienes en uso de su exclusiva voluntad cometen tal atentado serán, lógicamente, reos de la justicia divina.Aunque parezca que este escribidor está hoy de un profundo subido, nada hay más lejos de la realidad, porque resulta que lo antedicho es una mera conclusión de la lectura del referido texto, sin que para llegar a tal conclusión se necesite ser teólogo, ni filósofo ni estar en posesión de conocimientos más o menos extraordinarios.Todo esto viene a cuento de las reiteradas manifestaciones, declaraciones y lanzamiento de proclamas contra el proyecto de Ley de Protección de la Vida del Concebido y de los Derechos de la Mujer Embarazada, que prepara el Ministerio de Justicia para someterla a aprobación de las Cortes, y que suscita entre un minoritario sector de la ciudadanía feminista y mayoritariamente de izquierda (¿tiene alguien cifras contrarias?) un rechazo visceral contra dicho texto legal en proyecto, se haya leído o no. Debo aludir, por coherencia, a algunas personas del Partido Popular que ostentan cargos públicos y se han pronunciado en contra de la redacción de dicho proyecto de Ley, y desde mi personal óptica debo decirles, y les digo, que casos como el de Celia Villalobos no son aceptables y para votar en contra de dicha Ley debe antes dimitir de su cargo y dejar el acta de diputada por pronunciarse en contra del programa electoral del Partido por el que representa a una parte de su electorado. En cuanto a las demás personas contrarias a dicha Ley, solo me queda reiterarles que el aborto es un acto contra natura, independientemente de creencias religiosas o de otro tipo, y por tanto es repudiable, salvo en los casos puntuales o extremos que la referida Ley prevé, como ya los preveía la Ley de 1985 del Gobierno socialista. A mayor abundamiento, decir que el aborto se puede evitar eludiendo el embarazo mediante las técnicas y mecanismos u objetos existentes.